“He encontrado a Dios”, reconoce el científico que descubrió el genoma humano

El científico que lideró el equipo que descubrió el genoma humano ha publicado un libro en el que explica por qué ahora cree en la existencia de Dios y está convencido de que los milagros existen. Francis Collins, director del Instituto Nacional Estadounidense de Investigación del Genoma Humano reivindica que hay bases racionales para un Creador y que los descubrimientos científicos llevan al hombre “más cerca de Dios”.

Su libro, “El lenguaje de Dios”, reabre el antiguo debate sobre la relación entre ciencia y fe. “Una de las grandes tragedias de nuestro tiempo es esta impresión que ha sido creada de que la Ciencia y la Religión tienen que estar en guerra”, lamenta Collins, de 56 años.

Para Collins, aclarar el genoma humano no creó un conflicto en su mente. En su lugar, le permitió “vislumbrar el trabajo de Dios”. “Cuando das un gran paso adelante es un momento de regocijo científico porque tú has estado en esta búsqueda y parece que lo has encontrado”, explica. “Pero es también un momento donde, al menos, siento cercanía con el Creador en el sentido de estar percibiendo algo que ningún humano sabía antes, pero que Dios sí sabía desde siempre.”

“Cuando has tenido por primera vez delante de ti estos 3.1 billones de letras del ‘libro de instrucciones’ que transmite todo tipo de información y todo tipo de misterios acerca de la humanidad, eres incapaz de contemplarlo página tras página sin sentirte sobrecogido. No puedo más que admirar estas páginas y tener una vaga sensación de que eso me está proporcionando una visión de la mente de Dios”, reconoce.

Collins se une así a una línea de científicos cuyos descubrimientos han contribuido a reafirmar su fe en Dios. Isaac Newton, cuyo descubrimiento de las leyes de la gravedad “reorganizó” nuestra manera de entender el universo, fue uno de ellos. Newton aseguró que “el sistema más bello sólo podría proceder del dominio de un ser inteligente y poderoso”. Otro de ellos fue Einstein, que revolucionó nuestro entendimiento del tiempo, de la gravedad y de la conversión de la materia en energía. Einstein creía que el universo tenía un Creador: “Quiero saber cómo creó Dios el universo, quiero conocer Sus pensamientos; el resto son detalles”, escribió.

Collins fue ateo hasta los 27 años, cuando como un joven doctor, quedó impresionado por la fortaleza que la fe daba muchos de sus pacientes más críticos. “Tenían terribles enfermedades de las que con toda probabilidad no iban a escapar, y todavía, en lugar de quejarse a Dios, parecían apoyarse en su fe como una fuente de consuelo”, explica. “Fue interesante, extraño e inquietante”.Por eso decidió visitar una Iglesia metodista y le dieron una copia del libro de C. S. Lewis “Mere Christianity”, que argumenta que Dios es una posibilidad racional. El libro transformó su vida. “Era un argumento que no estaba preparado para oír”, dijo. “Estaba muy feliz con la idea de que Dios no existía y de que no tenía interés en mí. Y todavía al mismo tiempo, no podía alejarme”.

Collins cree que la Ciencia no puede ser usada para refutar la existencia de Dios porque está confinada a su mundo “natural”. Bajo esta luz, el director del Instituto Nacional Estadounidense de Investigación del Genoma Humano cree que los milagros son una “posibilidad real”.

Tomado de http://www.caminayven.com

40 días por la vida

40 días, 960 horas de oración ininterrumpida con frío, lluvia y calor, con sueño y cansancio. Ese es el reto; el objetivo, conseguir el fin del aborto mediante un confiado ruego a Dios.

La campaña 40 días por la vida, que nació en Texas hace seis años, congrega hoy a más de 300.000 personas de 282 ciudades de los Estados Unidos, Canadá, Australia, Irlanda del Norte y Dinamarca.

El pasado 17 de febrero comenzó una nueva edición de la campaña que se prolongará hasta el 28 de marzo. Si usted se pasea durante ese tiempo por las calles de Nueva York, es muy probable que encuentre grupos de gente delante de los abortorios. Los identificará fácilmente: ataviados con gorras y camisetas azules, reparten folletos explicativos sobre qué es un aborto, rezan por el cierre de los centros y piden para que quienes allí trabajan se den cuenta de la barbaridad que están llevando a cabo.

Increíblemente organizados, involucran a parroquias y comunidades enteras para que, durante esos 40 días, no haya un solo segundo en el que no se rece por el fin del aborto.

Además de la oración, el segundo aliado de esta campaña es el ayuno, entendido éste como un sacrificio. No es necesario dejar de comer; cada uno, en función de sus circunstancias, puede renunciar a algo importante en su vida (televisión, cine, café…) y ofrecer ese sacrificio por los no nacidos.

Buena cuenta de resultados


Quien piense que su esfuerzo es vano, no tiene más que echar un vistazo a la ‘cuenta de resultados’ de 40 días por la vida: 300.000 personas unidas por la misma causa y más de 9.500 iglesias involucradas. Al menos 2.168 vidas salvadas del aborto (es la cifra de la que tienen constancia, pero puede haber muchos más casos), 27 trabajadores de centros abortistas han abandonado su puesto, al menos cinco centros han cerrado sus puertas y muchos afectados por el aborto en el pasado han encontrado en estas personas el apoyo que necesitaban para recuperarse.

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Manfred Albrecht von Richthofen: El barón rojo

Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen fue un aviador alemán conocido como el Barón Rojo por el color del que pintaba sus aviones.

El origen de la aristocracia está muy unido a la caballería, por eso el joven teniente Richthofen no entendía que su regimiento, apenas comenzada la guerra mundial, se transformara en una unidad de infantes.

Richthofen solicitó su traslado al arma aérea. Pensaba que algún parecido tienen los pilotos con los antiguos caballeros, y que la guerra en el aire todavía dejaba espacio a un código de honor y de respeto entre los contendientes. Allá arriba la estética y la ética es distinta: Wermer Voss, uno de los ‘ases’ alemanes, volaba siempre enfundado en su uniforme de gala, como si acudiese a un baile de la familia imperial. Richthofen, por su parte, dejaba escapar a sus enemigos si los daños de sus aparatos les impedían continuar el combate.

A los 24 años era el comandante de la mejor escuadrilla, la 11º Jasta. Sólo durante abril de 1917 su unidad derribó 88 aviones británicos de un total de 151 victorias obtenidas por los alemanes. La expectativa media de vida de un aviador británico en el Frente Occidental durante aquel mes, que se llamó abril sangriento, era de 23 días.

El Barón Rojo nació el 2 de mayo de 1892 en la capital de Silesia, hoy perteneciente a Polonia, en el seno de una familia de aristócratas terratenientes. Se batía en el aire como en la época de la caballería, permitiendo incluso escapar a sus víctimas malheridas. Curiosamente en la academia de aviadores no fue de lo mejor, pero en combate fue único.

El 6 de julio de 1917 recibió una bala perdida en el cráneo que le lesionó el cerebro, pero él siguió volando pese a estar incapacitado ya para soportar alturas. Se comportaba como si fuera inmune a la muerte, no tomando ninguna precaución y en contra de las reglas fundamentales de vuelo que había escrito en su manual. Llevó vendada la cabeza durante mucho tiempo. Poco después recibió un Fokker Dr I, un triplano que también pintó de rojo y tenía gran agilidad, pero si se mantenía en rumbo fijo muchos minutos se convertía en presa fácil.

Lo derribaron la mañana del 21 de abril de 1918 cerca del río Somme, en el norte de Francia. Tenía 25 años. Según las fuentes oficiales fue el capitán canadiense Roy Brown el que consiguió matarlo, aunque nuevas investigaciones apuntan a que fue el soldado de infantería australiano Evans el que disparó desde tierra.

Los británicos lo enterraron con todos los honores militares y le rindieron tributo. Su ataúd, cubierto de flores, fue cargado por seis miembros del escuadrón 209. Soldados australianos presentaron armas y lanzaron tres salvas en su honor. En su lápida, que se encuentra en el mismo lugar en donde cayó, se puede leer en su epitafio:

"Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz".


Todos debemos ser héroes en nuestras vidas buscando la plenitud de vida cristiana en lo ordinario

EL SEÑOR NOS CUIDA UN MONTÓN

Margarita Diosdado es directora de m dimage (Sector de Marketing y publicidad)
No para, todo el día de arriba abajo asesorando a clientes sobre qué se lleva. Lo que éstos no saben es que sus ratos libres -pocos- Diosdado los dedica a hacer un programa de testimonios en la radio. Hasta que la oyen.

-Una cliente va a verla porque necesita un cambio de look y de golpe le confiesa que su vida es un desastre.

-Pues le hago una lista de libros que le puedan ayudar y entre título y título le cuelo alguno de Juan Pablo II o de la madre Teresa. O le recomiendo que haga una novena. O que en vez de al psicólogo vaya al confesor y verá lo pichi que se queda.

-Eso exige una relación rayana en la amistad, ¿no?


-Lo primero que trato es de hacerme amiga del cliente. Lo cual no es difícil porque éste es un trabajo que provoca mucha confianza.

-Cuando les habla de Dios, ¿no salen corriendo?

-La que a veces tiene que salir corriendo soy yo si quiero llegar a misa.

-Seguro que le preguntan si es del Opus.

-¡Sí! Y me molesta tener que decirles que sí. Pero no por respetos humanos, sino porque antes de ser supernumeraria yo ya iba a misa y rezaba. Y me encantaba poder decir: “Pues no, no soy del Opus”.

-La traca final será cuando se enteran de que tiene un programa en Radio María.


-Algunos se quedan en plan ¡¿cómo?! Yo les pido que lo escuchen, a ver qué les parece. Y así, con la tontería, se tragan una hora de oración.

-Porque en su programa se reza.

-Empezamos con un comentario del Evangelio, que directamente plagio a un sacerdote, porque yo la puedo liar parda, como la socorrista de Youtube.

-Y ponen canciones.


-Las que nos piden los oyentes, sí.

-¿Son del tipo “alabaré, alabaré…”?

-No son de misa, sino modernas, que le puedes cantar a Dios; si no, te da grima.

-Por ejemplo.

-Para toda la vida, de El sueño de Morfeo. Las románticas tienen mucho de confío en ti, a tu lado me siento seguro, desde que te tengo todo es fácil… Las escuchas y piensas: “¡Anda, Señor, como contigo!”.

-Los platos fuertes del programa: el examen de conciencia y las entrevistas.


-Alguna vez hemos recibido correos de oyentes diciendo que llevaban tiempo dándole vueltas a si tenían vocación y, tras escuchar un testimonio, ya lo tienen claro. O que estaban a punto de suicidarse y han decidido seguir adelante.

-¿Se enorgullece?

-¡Qué me voy a enorgullecer! El mérito no es nuestro, sino de Dios. Es como el marido que se pasa meses ahorrando para regalarle una joya a su mujer. Y el día del aniversario le dice a su hijo pequeño que se la entregue. El niño podrá sentirse protagonista. Pero el regalo es del padre.

-¿Y nunca decepciona?


-Dios es el único que no te falla. Ni cuando no te comprenden ni tus padres, ni en momentos de desamor, ni cuando te ingresan de urgencia.

-Habla por experiencia.


-Mi hermana y yo tuvimos un accidente y a punto estuvimos de morir.

ALBA
Entrevista íntegra en el número 265 del semanario,

“Las personas son el activo más importante de la sociedad”

Entre sus amigos, hay quien le considera, más que un periodista, una agencia de noticias, por su alto nivel de productividad informativa. Licenciado en Empresariales, sus conocimientos y su criterio en temas económicos han hecho de él un filón para buen número de programas y de medios del grupo. Colabora diariamente con Capital mediodía y Cierre de mercados, en radio y televisión. Además acude varias veces por semana a la tertulia de El balance, en Intereconomía Business, y escribe en el semanario ALBA, la revista Época y el diario La Gaceta. Si se lo rifan todos los medios del grupo, por algo será.
(En la fotografía Sonsoles Calavera (izda.) y Luis Losada (dcha.), en El Plató)

-Es un buen piropo profesional que le consideren ‘Losada Press’, ¿no?


-Es que la información me gusta.

-Ya se nota. ¿No le estresa tanto pluriempleo?

-No. Descanso los sábados como los judíos. Tengo una adicción a la información. Lo paso mal si algún día no leo el periódico.

En verano aprovecha para hacer cursos, ir a conferencias… El pasado estudió a fondo la última encíclica del Papa. No recuerda haber descansado cuatro semanas seguidas, porque le parece hasta insano pasar tanto tiempo de ‘vuelta y vuelta’.

-¿Y para descansar?

-Dormir, ordenar, leer, visitar amigos, invitarlos a comer…

-Estudió Empresariales para… ¿ser periodista?

-En COU les dije a mis padres que quería estudiar Periodismo. Y me dijeron que mejor algo serio. Fui a ver a un profesor de periodismo: José Carlos García Fajardo, que me dijo: “Si quieres ser periodista, lo serás, pero no hagas la carrera, porque para escribir siempre hay tiempo”. Le hice caso y estoy muy contento.

Estudió en Icade y uno de los buenos recuerdos que guarda de esa época es la asociación universitaria en la que montaban conferencias como la primera, que fue un éxito, con Jesús Poveda, y otras sobre el felipismo o la negociación con ETA. Siempre le ha interesado mucho la actualidad. Su padre, Agustín, además de ser un excelente padre de familia y una gran persona, tenía (y tiene) una enorme inquietud cultural y social y gran interés por seguir de cerca lo que pasa por el mundo. Jamás se perdía el Telediario y al final se lo contagió. Ya desde niño, a Luis le tiraba la prensa. Su primer periódico lo hizo a los seis años y su primera revista, en el colegio.

-¿A qué colegio fue?

-Al de los jesuitas. Fue una escuela de compañerismo, de generosidad, de justicia social. Los jesuitas nos educaban para ser gestores del cambio, con profesores que quemaron su vida por nosotros.

-¿Qué recuerdos son los mejores de cuando era pequeño?

-Nosotros veraneábamos en El Escorial y me gustaba mucho subir en bici a la Silla de Felipe II y bajar sin frenos, a toda velocidad, con mis amigos. Si se cruzaba un coche, nos matábamos al 100% de seguridad. Y también me gustaba mucho ir a la hamburguesería Wendy, hacer guerra de ketchup y llegar a casa hechos unos guarros.

-¿Qué es lo que más agradece a sus padres?

-En primer lugar, el espíritu de austeridad. Nunca nos ha faltado nada pero tampoco nos ha sobrado. Y su generosidad. Yo he visto a mi padre darle su abrigo a un pobre y esas cosas imprimen carácter.

-¿Cuál es la mejor etapa de la vida?

-Tengo muchas. El colegio, la universidad. Los primeros años profesionales no fueron tan buenos, pero ahora me lo paso muy bien.

-¿Empezó a trabajar nada más terminar la carrera?

-Envié un currículum a 100 medios y me llamaron de Recoletos, para dirigir una news letter de contabilidad y auditoría.

Entonces hizo fuentes de mucho nivel. Tanto que a una de ellas la asesinaron porque hacía auditoría pública: sabía quién robaba y lo contaba. Después de intentar montar un par de negocios, aterrizó en el portal intereconomia.com, pasó por el programa La puntilla, con Ramón Pi, y a partir de ahí, ya sabe lo que es trabajar en casi todos los medios de Intereconomía.

-También está abonado desde hace años al Consejo de Ministros. ¿Es tan valiosa la vicepresidenta como dicen?

-Sí, es muy trabajadora. Es el alma ideológica del Gobierno. El contrapunto de Zapatero, que tiene fama de vago. Y está obsesionada con una ingeniería social y lo vive como una religión, en la que ella es la papisa.

-¿Una religión atea?

-Sí. Y lo llena todo. Es la impulsora del matrimonio homosexual, del divorcio exprés, de la nueva ley del aborto. Para ellos, la Iglesia ha sido un obstáculo para el desarrollo social, con el que hay que acabar. Y ella, que se educó en un colegio de monjas, sabe cómo tratarla y manipularla.

-Ustedes, amigos, amigos… no son, ¿no?

-Es una relación de amor-odio. Y es muy llamativo porque hay un sectarismo muy potente. Yo levanto la mano siempre y tengo una tasa de éxito del 30%. Ella da la palabra a los periodistas que le preguntan temas previsibles: Radio Nacional, Telecinco, TVE. Lleva la chuleta y la suelta. Yo le hago preguntas muy incómodas, porque van al fondo ideológico y también a temas económicos y ella no es una experta.

Sónsoles Calavera
ALBA

80 años después, la aventura comienza en Corea

Mercè es enfermera, aunque ahora se dedica por completo a otra tarea: aprender coreano. Con otras fieles del Opus Dei, se ha ido a vivir a Daejeon (Corea) para comenzar el trabajo apostólico estable en el país asiático. Así relata los inicios.

Hace casi 80 años San Josemaría desdoblaba ante las primeras mujeres del Opus Dei un pliego de papel en el que se reflejaban, a modo de ejemplo, muchos de los diversos trabajos que podrían poner en marcha por todo el mundo: residencias universitarias, actividades de moda, centros de formación profesional...

Hoy ese sueño es también realidad en Corea.

Hace unos meses vine a vivir a Daejeon para impulsar el primer centro de la Obra en esta tierra. Daejeon es una de las ciudades de Corea con más tradición cristiana. De esta zona proviene el primer sacerdote coreano, Andrés Kim Taegon, uno de los primeros mártires del siglo XIX.

Conmigo vinieron otras cuatro mujeres, de Brasil, Filipinas, Argentina y Australia. Dos de ellas proceden de familia coreana, lo cual es una gran ayuda para las demás, porque nos facilita conocer las tradiciones y la cultura de un país que ninguna había pisado antes.

Gracias a Dios, no hemos tenido que empezar la labor apostólica de cero, ya que desde 1988 una persona de la Obra ha viajado cada cierto tiempo a Corea, para comenzar a difundir el mensaje de la santificación de la vida ordinaria.

APRENDER COREANO... CON LAS VECINAS DE CASA


Gracias a la ayuda de una cooperadora que conoció el Opus Dei en Perú, desde septiembre de 2009 tenemos un piso que vamos instalando poco a poco: el oratorio, la vajilla, la decoración... Todo ha sido posible gracias a que una de nosotras trabaja y a que desde diversos países hemos recibido algunos donativos.

Casi todas nos dedicamos por completo al estudio del idioma coreano, ya que tenemos la ilusión de hablar cuanto antes y poder así conocer, compartir y comprender las ilusiones, preocupaciones, intereses y alegrías de las personas que vamos conociendo.

La acogida ha sido muy buena. Ante cualquier necesidad, siempre hay alguien dispuesto a echarnos una mano: para encontrar una librería, un dentista, un lugar para comprar comida u otros artículos a precios económicos...

Yo tengo que agradecer especialmente la atención y dedicación de mis vecinas que, entre otros favores, esta última semana han venido todos los días para conversar conmigo en coreano. Gracias a la ayuda de tantas personas, yo misma me impresiono al ver que, en sólo cinco meses, ahora soy capaz de leer y entender lo que antes no era capaz ni de descifrar.

Dicen que Corea es como un pequeño pueblo que, de repente, se ha convertido en un gran país. Quizá por eso, aunque me estoy sumergiendo en una nueva cultura con costumbres y modos de hacer muy distintos a los que he vivido hasta ahora, me siento siempre como en casa, muy a gusto. Es fácil entablar conversación con cualquiera. ¡De hecho, más de una vez nos han parado por la calle para preguntarnos si estamos hablando ruso!

Además estoy aprendiendo muchísimo: a comer “kimchi” con palillos, a saludar con una reverencia, a poner la mesa al modo coreano, a descubrir cual es la mejor salida de las ocho posibles en el Metro... ¡toda una aventura!

Corea nos ha recibido con la nevada más fuerte en los últimos 100 años: para algunas ha sido la primera vez que han visto la nieve. Hemos aprendido a desatascar la lavadora cuando se congelan las tuberías y nos hemos reído mucho al ver, después de un tiempo en remojo, un jersey acartonado por el hielo, digno de una obra de arte.

LA SOLUCIÓN A UN ROMPECABEZAS

En Corea conviven diversas religiones, por lo que es habitual hablar sobre la fe y da gusto ver que la gente busca la verdad sinceramente. En poco tiempo, ya se ha formado un buen grupo de mujeres que asiste a clases de doctrina católica. Toman apuntes con verdadero interés para poderlo transmitir a sus familias y a sus amigas. Una de ellas me decía: “La fe es como un rompecabezas en el que ahora todo me empieza a encajar”.

Sobre el espíritu del Opus Dei, de ofrecer a Dios el propio trabajo y hacerlo por amor a Él, también algunas mujeres comienzan a apreciarlo. Por ejemplo una profesora de canto lírico nos manifestaba que, ya antes de oír hablar de la Obra, ella había pensado que cantar y enseñar canto a sus alumnos tenía que ser su camino a Dios. Había entendido el Opus Dei sin conocerlo.

Hace unos días hablé con una estudiante de literatura inglesa en el autobús que me lleva a la Universidad. Al explicarle que una hora de estudio bien aprovechada es, como enseñaba San Josemaría, una hora de oración, se le abrían los ojos y no dejaba de repetir: “¡¿Chincha, chincha?!” (que significa “¡¿de verdad, de verdad?!”).

También viajamos con frecuencia a Seúl, la capital, donde viven señoras que ahora cooperan de distintos modos en la labor cristiana que realiza la Obra y asisten a los medios de formación. En diciembre organizamos un curso de retiro al que asistieron ellas y sus amigas.

Antes de llegar a Corea hicimos escala en Hong Kong. Allí conocí a una de las tres primeras mujeres que fueron a Filipinas a llevar el mensaje de la Obra. Entre otras cosas, nos dijo: “Veréis que Dios lo hace todo”. ¡Y así está siendo!

“El amor exclusivo, recíproco, fiel… ¡eso sí que es una gozada!”

Le quedan tres años para cumplir los 40 y está preparada para todas las crisis matrimoniales que le puedan llegar. Mientras tanto, se agarra con fuerza a su marido, a sus dos hijos y al proyecto de vida que tienen en común. Susana Moreu (en la fotografía) arquitecto técnico y orientadora familiar, desea que su libro (…Y fueron felices) circule por institutos, se lo empapen los jóvenes ávidos de escuchar otras noticias acerca del amor y la sexualidad, y sobre todo, se siga mencionando en bodas civiles. Paradojas de la vida.

-¿Cómo vendería a los jóvenes que el matrimonio es un proyecto de felicidad?

-En todas las relaciones humanas se busca el para siempre. Deseamos una amistad que dure para siempre. Deseamos que la persona que queremos nos ame sin fecha de caducidad. El matrimonio es la relación estrella y para que dure toda la vida, implica una donación total, definitiva y excluyente. ¿Qué mayor libertad que te quieran de esta manera?

-Pero los jóvenes están en otra onda.

-Amar es amar en cuerpo y alma, con el corazón. Si nuestra vida se basa en relaciones esporádicas, inestables, epidérmicas, el amor se empequeñece. Y cuando uno llega a una edad y aspira a una relación duradera, no puede mantenerla. Está resentido, ha recibido poco porque se ha dado mal, no se ha comprometido y desconfía del otro.

-Si tanto lo deseamos, amar y ser amados, ¿por qué es tan difícil mantenerlo?

-Es que no lo deseamos de verdad. Un deseo de estas dimensiones se construye día a día. Si no luchamos por mantener ese amor, se quedará en un mal sueño. Si
de verdad nos importa la felicidad, hay que luchar por hacer crecer el amor.

-Amor exclusivo, recíproco, de donación, complementario, fiel… Imposible, una utopía, dicen muchos.

-Todo el mundo sueña con este tipo de amor. Lo he dicho antes: muchos jóvenes están resentidos con el amor. No quieren darse del todo porque desconfían de la persona a la que supuestamente aman. Se pasan la vida desgastándose en sustitutos del amor, y cuando quieren amar de verdad, no pueden, porque continuamente esperan a otra persona que será mejor. En cambio, el amor exclusivo, recíproco, de donación, complementario, fiel… ¡eso sí que es una gozada!

-Individualismo, hedonismo, egoísmo… ¿gérmenes que provocan divorcios?

-Influye, pero no echemos toda la culpa a la sociedad. Es cierto que a los jóvenes no se les invita a descubrir la belleza del amor de verdad y para siempre. Se les arroja irremediablemente a experimentar viviencias superficiales, buscando el placer inmediato. Pero los divorcios vienen por diversas causas. Se elige mal, no se conoce al otro de verdad, y lo que es peor, no se le acepta.

-Escuché en una película: “¡Qué horror, acostarme con el mismo tío/a toda vida…”.

-La vida sexual se va madurando, desarrollando y mejorando. ¡Qué pena vivir este proceso con varias personas a la vez, y no con la persona que amas! El sexo mejora con los años y con la misma persona.

-Inmadurez. Una de las causas de fracaso matrimonial. ¿Qué es ser maduro?

-Una persona reflexiva a la hora de tomar decisiones es capaz de elegir la mejor y asume las consecuencias de su elección. No echa la culpa de lo que le ocurre a los demás. Aunque se equivoque, rectifica.

-¿Qué hay que saber y conocer del otro para evitar sorpresas después del sí, quiero?

-Conocer sus virtudes, sus defectos, su temperamento, su carácter, su plano afectivo, su forma de darse, su vida espiritual… Una vez que conocemos al otro como es, hay que aceptarle y no esperar a que… ¡ya cambiará!

-Tres secretos para que el matrimonio dure, pero no me diga sacrificio, que echa para atrás…

-Espero que si muero antes que mi marido, diga de mí: “¡Qué divertida fue!”.

Susana Moreu,
Y fueron felices, (EUNSA, 2010)

ALBA

Juan Pablo II:"Quemar esas cartas sería un pecado"

Acaba de salir en Italia un libro esperado, bello y cristalino, que sin embargo ha hecho temblar a más de un eclesiástico pacato y a algún laico cínico y malintencionado. Se trata de Diario di un'amicizia de Wanda Poltawska, la psiquiatra amiga de Karol Wojtyla cuya correspondencia han escrutado hasta el extremo los peritos de la causa de beatificación. Wanda tieAlmudi.org - José Luis Restánne 88 años y siente, mejor, sabe a Karol presente como en aquellas inolvidables excursiones por los bosques y lagos de su Polonia natal.

Tomo estas notas de colega Andrea Tornielli, que ha publicado en Il Giornale la crónica de la presentación de este libro que aún habremos de esperar los españoles, esperemos que no demasiado tiempo. Es el diario de una relación preciosa que ella misma ha calificado como "una amistad verdadera, profunda y pura", que abarcó todas las dimensiones de la vida: la suerte de Polonia, el horror del lager, los gozos y dificultades de la vida familiar, la terrible enfermedad que asomó al abismo a Wanda, las inquietudes de los jóvenes. Todo ello fue abrazado y mirado dentro de esa relación, primero cara a cara, y más tarde a través de las cartas que hasta el último día se cruzaron.

Ella le conoció en confesión, buscando un sacerdote que comprendiese sus inquietudes de estudiante de medicina que llevaba aún en los ojos y en el corazón la terrible experiencia del campo de concentración de Ravensbrück. A partir de ahí comienza la historia. El joven sacerdote Wojtyla se hace amigo de Wanda y de toda su familia (Andrzej, su marido, prologa este Diario). Preguntada sobre esa relación que ha inquietado en ciertos ambientes cuando se espera el anuncio próximo de la beatificación, Wanda se muestra tan sencilla como decidida: "también hoy es posible una amistad pura entre un hombre y una mujer. Jesús ha dicho: amaos los unos a los otros como yo os he amado... la Iglesia tiene necesidad de testigos que nos hagan ver que es posible el amor casto... no es complicado, basta convertirse".

También se hizo presente en esta aventura única el sello del dolor, el misterio de la enfermedad y la gracia del Señor que interviene para que se haga patente su gloria. Wanda contrajo un cáncer en 1962, cuando sus hijas eran aún muy pequeñas, y entonces su amigo, conmovido, se dirige al P. Pío de Pietrelcina para encomendarle orar por su curación. El capuchino, ahora ya inscrito en el libro de los santos, comentó al recibir la carta del obispo Wojtyla: "a esto no se puede decir no". E inexplicablemente para los médicos, la joven madre sanó.

La amistad de ambos fue fecunda sobre todo en la reflexión sobre la familia, un campo que siempre fue privilegiado para Karol como sacerdote, obispo y Papa. Ella recuerda cómo la animó a fundar un instituto para la familia y una casa de acogida para jóvenes madres, y cómo le cedió una estancia de su apartamento personal para realizar un consultorio donde ayudar a las parejas en crisis que querían separarse. Tornielli, que ha tenido la dicha de recorrer esas páginas, ha dicho que "de ellas emerge una vez más la grandeza de Karol Wojtyla y su santidad".

Con su rostro arrugado pero vivaz, Wanda ha recordado ante los periodistas que pocos meses antes de que su "caro fratello" muriese, le consultó sobre la oportunidad de quemar sus cartas, y el Papa Wojtyla le respondió: "sería un pecado". Verdaderamente grande.

José Luis Restán
PaginasDigital.es

GRACIAS, MAMÁ, POR NO HABERME ABORTADO

Pese a los denodados esfuerzos e intentos de bloqueo, de diversos grupos abortistas y feministas, el pasado domingo 7 de febrero, durante el “Super Bowl”, el acontecimiento deportivo más importante del país y el más sintonizado del mundo, se pasó por los canales de televisión un sensacional anuncio pro-vida, en el que la máxima estrella del fútbol americano universitario de los Estados Unidos, Tim Tebow, agradece a su madre no haberse practicado un aborto cuando lo esperaba a él, rechazando así la "recomendación" de sus médicos
En la fotografía, Tim Tebow, protagonista del anuncio pro-vida en el “Super Bowl

El anuncio, que fue transmitido por la cadena estadounidense CBS, fue elaborado por la institución “Focus on the Familiy” (Enfoque a la Familia) y tuvo el propósito de recordar el inalienable derecho a la vida que tiene toda persona.

Sin embargo, para la abortista Jehmu Green, presidenta del “Women’s Media Center”, "esta campaña colocó un tema demasiado controvertido en un lugar en el que todos los estadounidenses deberíamos estar unidos, no divididos".

Asimismo, para la también activista anti-vida, Erin Matson, vicepresidenta de la Organización Nacional de Mujeres (NOW, por sus siglas en inglés) "este anuncio fue francamente ofensivo" y alega que "es odio pintado de amor. Envió el mensaje de que el aborto siempre es un error".

Al respecto, el propio Tim Tebow comentó que quienes rechazan este anuncio que defiende la vida "deben al menos respetar que defiendo lo que creo. Siempre he estado convencido de esto porque esa es la razón por la que estoy aquí. Mi madre fue una mujer muy valiente".

Para Gary Schneeberger de Enfoque a la Familia, el anuncio "celebró la vida y la familia" y considera además que "no tenía nada de político o controvertido. Es una historia personal de amor entre una madre y su hijo".

Comprometido con la causa pro-vida


Tebow es actualmente mariscal de campo de los Florida Gators, equipo al que el año pasado guió a su segundo campeonato nacional de la NCAA (la liga universitaria) y ya es una estrella nacional. Tebow nunca ocultó su profunda fe cristiana.

Tebow también manifestó su alegría por la publicidad dada a la historia de su madre que ayudó a otras mujeres a optar por no abortar a sus hijos no nacidos. En efecto, la madre de Tebow servía como misionera junto al padre del futbolista en Filipinas cuando estaba embarazada de Tim, el quinto de sus hijos.

Durante la gestación, la madre contrajo una infección severa y los médicos le propusieron abortar para salvar su vida. La mujer se opuso y superó la infección. Tim nació con perfecta salud el 14 de agosto de 1987.

"Hay mucha gente que decidió no someterse a un aborto, porque escuchó la historia de mi mamá, o que se sintieron alentados porque comparto mi fe en la televisión o en los reportajes", dijo Tebow, quien suele lucir citas bíblicas en el rostro durante los partidos.

Tebow creció ayudando a sus padres en la misión cristiana de Filipinas. Fue educado en casa por su madre, quien inculcó en todos sus hijos fuertes valores cristianos. Fue además el primer atleta educado en casa en recibir el Trofeo Heisman, el máximo galardón para los jóvenes futbolistas estadounidenses.

A mediados del año pasado, Tim Tebow, de 22 años, dejó estupefactos a decenas de reporteros cuando admitió en una rueda de prensa que había decidido preservar su castidad y esperar al matrimonio.

AICA

“Daría ‘el gato’ a quienes dan su vida por los demás”

Ana Gugel es copresentadora de El Gato al agua de Intereconomía TV

El programa estrella de Intereconomía TV no tiene sólo ‘gatoadictos’, sino también ‘anadictos’. “Te envío muchos besos, Ana ‘Google’. Haces un tándem genial con Antonio”. “Tienes imagen, inteligencia y un trato muy dulce y agradable, y por ello eres parte esencial del programa”. “Enhorabuena por vuestro programa. Saludos de un gatoadicto y de un anadicto”. “A través de la televisión me haces muy feliz”. “Esta presentadora y colaboradora de Antonio es fundamental para la buena marcha del programa, se nota mucho”. Éstos son algunos de los mensajes que dejan a Ana Gugel en la página web del Grupo Intereconomía. Tienen claro que sin ella, el programa no sería lo mismo.

-Menudas flores le echan sus seguidores, ¿no? Se tiene que sentir una mucho más importante que cuando era una joven principiante ‘en la sombra’.

-Es que cuando empezamos, nos veían diez y de repente ha sido un boom. Hay gente que dice: “¡Qué mona, qué pena que estés casada, porque me encantas para mi hijo!”. La gente es encantadora. Y sí que es verdad que te sube la autoestima. Tú imagínate que sales a la calle y te encuentras a personas que te dicen estas cosas.

-A ver… Pues no me lo imagino…

-Pues lo típico, que vas a la compra en sudadera y notas cómo empiezan a cuchichear, te miran, algunos se acercan y te dicen que nos ven todas las noches, que somos su alegría. Porque son muy fieles, y el cariño se siente.

-Es curioso que los espectadores se encariñen con quienes ven en televisión.

-Es como si estuvieras con ellos, todas las noches, en pijama, en el sofá. Y te ven como una más.

-Un día la acompañé andando por la calle y me sorprendió la cantidad de gente que se daba la vuelta. Aunque igual ya le pasaba antes…

-No, eso no -dice divertida-. Pero cada vez más. Y ya cuando te vas a un viaje fuera de España y también te paran… Me ha pasado en Noruega y en el viaje de novios, con una de las parejas del hotel. En la piscina un día me dicen: “¡Tú eres la de El gato!”.

-¿No le parece que en esta sociedad se valora excesivamente la fama?


-Lo de salir en la tele te da una especie de halo, que muchas veces para la gente significa algo especial. Pero no, yo estoy aquí como podía estar delante de un ordenador haciendo cuentas. Lo haces lo mejor que puedes, pero como cualquier persona hace su trabajo diario. Lo que pasa es que el de otros no tiene esa repercusión.

-¿No pasaba un poco de vergüenza al principio?


-Sí, porque yo soy… tímida es poco. Cuando elegí profesión, mi abuelo decía: “Pero ¿adónde va esta niña, con lo vergonzosa que es?”, porque me ponía roja como un tomate.

-¿Estaba dudando entre varias?

-Siempre me había gustado el periodismo. Con mis primas, de pequeña, organizábamos programas de radio, nos grabábamos y nos escuchábamos. Pero cuando creces y se lo dices a tus padres, te miran con cara rara y dicen: “¿Periodista?”. Pero no había otra cosa que me gustara. Y como a mi madre la habían obligado a estudiar una carrera que ella nunca quiso, dijo: “Si es lo que te hace feliz, adelante”.

-¿Ella qué quería estudiar?

-Le hubiera gustado hacer Empresariales, pero mi abuelo tenía una farmacia.

-¿Y su padre?


-Hizo Empresariales, que era lo que le gustaba, además de ser jugador profesional de balonmano.

-¿Ha salido usted tan deportista?


-No. He jugado al tenis. Pero llegué a la universidad y me di a la mala vida. Reconozco que soy un poco vaga.

-¿Salía mucho? ¿Se iba a la cafetería a echar la partida de mus?

-Sí, esas cosas que hacemos todos. Alguna vez te saltabas alguna clase e ibas a la facultad a estar con las amigas, y también salía.

-A veces se aprende más que en clase.

-Más que en algunas, sí, aunque también tuve profesores excelentes.

-¿Dónde estudió?

-En el CEU. Fueron los mejores años para mí.

-¿Cuál era su asignatura preferida?

-Siempre me gustaron Literatura, Historia y las de radio, televisión, todo lo que fuera práctico.

-¿Y Economía qué tal?


-¡Uf! Fatal… Los números y yo no nos llevamos bien.

Empezó como becaria, a la vez que estudiaba, en informativos de la Cope. “Recuerdo que llegas ahí como una pipiola y aprendes a base de pegarte tortas”, cuenta. Luego pasó por Telecinco y por Onda Cero. Allí trabajaba por la noche, en producción del programa de deportes de Manu Carreño.

Dice por experiencia que, “aunque el que da la cara está más cerca del público, hay mucha gente trabajando detrás sin la que no saldrían los programas”. Y, antes de llegar a Intereconomía, y fuera del mundo del periodismo, estuvo también en Consultoría, en Deloitte.

-Ésta es su primera experiencia en televisión. ¿Cómo fue el comienzo?

-Horroroso. Sufría, adelgacé, y pensaba: “No puedo”. Quería salir corriendo. Ahora, cuando sales a un directo, tienes más recursos… Y si te equivocas, puedes hacer la típica broma de: “Anda, vaya día que llevo hoy, que no doy una”. Y los tertulianos te echan un capote. Como un día que Alejo dijo: “Es que tiene la botella de vino al lado, y claro…”.

-Y Antonio destensa la situación más comprometida, ¿no? Es tan natural que parece que no tiene una cámara delante.


-Es lo bueno que tiene El gato, que da la impresión de que estamos en el salón de nuestra casa, con los amigos, hablando de la actualidad.

-¿Pensaba que el programa llegaría tan lejos cuando empezaron?


-Yo partí desde su nacimiento en Espronceda, en un estudio pequeñito, cuando entraban 10 mensajes en todo el programa. Pero cuando salimos a nacional, fue sorprendente. Ahora recibimos hasta 3.000 y con las votaciones del Gatómetro hay veces que hemos llegado a los 8.000. Puedes esperar que algo funcione, pero de esta manera… Esto ya es adicción.

Cuenta que el ambiente entre los contertulios es excelente tanto delante como detrás de las cámaras y que muchas veces, después de tirarse los trastos a la cabeza, porque piensan diferente, en la publicidad quedan a tomar un café al día siguiente.

Sonsoles Calavera
ALBA

AQUELLO NO ERA JUSTO: DIOS NO PODÍA QUERERLO

Begoña descubrió el sentido de su vida tras un suceso doloroso que no entendía. La mano de Dios le abrió un nuevo panorama para ser feliz y ayudar a los demás a serlo desde su condición de abogado, esposa y madre.

Hace unos años, mi hermano de 28 años sufrió repentinamente una grave enfermedad. Estuvo en coma más de un mes. Durante aquel largo tiempo pensaba muchas veces que aquello no era justo, que Dios no podía quererlo. Me rebelaba.

Hasta entonces me preocupaba de los amigos, del trabajo, la familia… pero todo aquello no me llenaba, me faltaba algo. Me consideraba católica practicante pero a mi manera.

En el hospital empecé a rezar a la Virgen. No me acordaba de cómo se rezaba el Rosario, por lo que me limitaba a decir “primer misterio, rezaba un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, segundo misterio…y lo mismo”. Un día me encontré, sin pretenderlo, en el interior de una iglesia, delante de un confesonario. Comencé a hablar con un sacerdote. Salí transformada. A partir de ese momento mi vida dio un giro de 180 grados.

Dios me buscó, me encontró y aquí estoy. Pasado un tiempo pedí la admisión como supernumeraria del Opus Dei. Aunque me daba miedo dar el paso, ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida.

Soy abogado, tengo un despacho profesional en Salamanca, donde me encuentro muy a gusto, estoy casada, tengo un hijo. Mi mundo es éste, aquí es donde vivo y me doy cuenta de que estoy aquí para algo: para querer mucho a mi marido, a mi hijo y para ayudar a los demás y hacer apostolado.

Me preguntaba una y otra vez. ¿Cómo puedo desde donde estoy ayudar a los demás? Y encontré la respuesta en la gente que iba a mi despacho. Ahí estaban Estrella y su marido, indigentes y con el virus del Sida. Vivían en la calle. Con la ayuda de un grupo de amigas les conseguimos una vivienda digna y una ayuda económica para vivir con dignidad. Recuerdo cómo Estrella rezaba “Jesusito de mi vida” todos los días y la alegría que sintió cuando fue a comulgar después de muchísimos años de una vida difícil y alejada de la fe.

“De que tú y yo nos portemos como Dios quiere dependen muchas cosas grandes” dice un punto de Camino. ¡Qué cierto es! Tenemos que hacer lo que debemos y estar en lo que hacemos. Ese es el farol que ha empezado a guiar mi trabajo, mi familia, todo mi actuar. Desde que lucho por poner a Dios en el centro de mi vida estoy muchísimo más tranquila, más contenta, hago muchas más cosas y me han entrado unas ganas locas de contárselo a todos. Así lo hago cuando tomo café con mis amigas, en la parada del autobús con otras madres o en mi trabajo.

Desde mi despacho intento que todo el que entre, salga reconfortado. Decía San Josemaría que los cristianos tenemos que ser una “inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad”. Como abogado no sólo defiendo a mis clientes e intento resolver sus pleitos, sino que además procuro escuchar, aconsejar, asesorar…y hablar de Dios. Con todo esto me santifico y además me lo paso bien.

Encima de mi mesa de trabajo, en un lugar discreto pero visible, tengo una imagen de la Virgen. Una vez, cuando una nueva cliente se iba, al acompañarla a la puerta me dijo: me voy tranquila porque usted tiene una buena guía, refiriéndose a la imagen de la Virgen, que le ayudará a que resuelva bien mi asunto. Aproveché la ocasión para hablarle de más temas.

Otro día llegó un matrimonio que quería separarse. Según ellos, tenían unos problemas grandísimos, no se aguantaban, y se guardaban un rencor mutuo enorme. Empezamos a negociar el convenio regulador de la separación: guarda y custodia de los hijos, pensión de alimentos, etc. Después de charlar durante varios días muchísimo tiempo, se dieron cuenta de que valía la pena intentarlo de nuevo. El marido me preguntaba: “pero, ¿usted no quiere ganar dinero?”. Ese matrimonio se dio una segunda oportunidad. Ha pasado un tiempo y siguen juntos.

A mis clientes les hablo de la Confesión, de la Misa, del matrimonio, etc., sin ningún tipo de reparo ni de respeto humano, con naturalidad, igual que hablo del tiempo, de la política o de la moda. Así surge la amistad. Hace unos meses llegó una pareja para que les solucionara un tema de herencia. Hablamos de ello, de la vida en general y me contaron que llevaban 20 años juntos, tenían dos hijos ya mayores, pero no se habían casado. Ayer vinieron a invitarme a su boda. Todo esto reconforta y hace que cada día dé gracias a Dios por ser su instrumento con toda la gente con la que trato.

Otra actividad que realizo es la coordinación de un programa de radio sobre temas jurídicos. La finalidad del programa es transmitir información con veracidad, resolver los problemas jurídicos que plantean los radioyentes y transmitir la realidad de que el abogado ve a su cliente como un ser humano que necesita ayuda y no simplemente como una fuente de ingresos. Hablamos de todo: eutanasia, matrimonio, comunidades de vecinos, arrendamientos… Hace unos días el programa fue sobre el aborto. Una radioyente localizó mi despacho y me llevó un montón de tomates de su huerta, como agradecimiento por la manera en la que había tratado el tema. ¡Qué ricos estaban!

Mi nueva forma de ver la vida ha repercutido en mi familia. Estamos aprendiendo que el trabajo, el estudio, el esfuerzo, es el medio que Dios nos ha puesto para adquirir las virtudes humanas necesarias para ir ganando esa parcelita del Cielo a la que nos retiraremos cuando muramos. Vamos entendiendo que cuando Dios hace las cosas es por algo.

www.opusdei.org

Maddy Curtis, un ídolo americano

A día de hoy no se sabe si Maddy Curtis, una niña de 16 años que participa en el programa American Idol -versión original del Tú sí que vales español-, habrá superado la eliminatoria de Hollywood. Pero lo que de verdad hace especial a Curtis, al margen de los logros conseguidos en American Idol, es un enorme amor a la vida, una gran valentía para defender los valores en los que cree y su gran generosidad.

Es la novena de una familia de 12 hermanos. Nacida en Virginia, comparte la mayor parte de su tiempo libre con su hermano mayor, Johnny, y los tres menores: Jesse, Daniel y Justin. Hasta ahí nada novedoso.

El mundo a todo color

Pero cuando Maddy continúa contando su historia, como hizo ante el jurado de American Idol, llegan las sorpresas. Johnny nació con síndrome de Down y los padres de Maddy decidieron que le vendría bien tener algún otro hermano como él, así que, después del nacimiento de Maddy, adoptaron a Jesse, también con síndrome de Down.

Poco después llegaron a casa Daniel y Justin, también adoptados y también con síndrome de Down.

“Algunos -dice Maddy quedándose corta- son un poco escépticos con el síndrome de Down, pero mi experiencia es que estos cuatro niños sacan lo mejor de la gente con la que se encuentran”. Maddy, que en el vídeo de presentación al programa aparece jugando con sus hermanos, explica que “las personas como ellos ven la vida en color. Nosotros deberíamos hacer lo mismo”. Y en eso, en ponerle color a la vida, está ella.

La de American Idol no era su primera actuación en público, pero su aparición en la pequeña pantalla obró el milagro. Había superado la primera eliminatoria, había obtenido un golden ticket -billete de oro- a Hollywood y se había convertido en un ídolo local.

Así que Maddy aprovechó ese reconocimiento social para hacer el bien. Con la ayuda de World Vision, una organización caritativa cristiana, Maddy organizó en ocho días un concierto benéfico para las víctimas del terremoto de Haití. El lugar elegido para el concierto, el centro cultural de Purcellville, colgó el cartel de “No hay billetes” a las pocas horas

IGNACIO, TIENES UN CORAZÓN ESPERANDO

Don Ignacio lleva un tiempo recuperándose en el Hospital y centro de cuidados sanitarios Laguna, en Madrid, porque su cuerpo tiene ya muchas heridas de guerra. Es de Javier, en Navarra, y lleva 48 años casado. «Y feliz», apostilla al comenzar el relato de su vida:

«Yo tenía un restaurante en Pamplona, y me olvidé de la caja. Me robaron, y tuve que volver a comenzar. Yo decía: Señor, si Tú lo has permitido, por algo será». Y tuvo que volver a comenzar, en Tarragona: «Allí es cuando comienza mi lucha, siempre junto a Dios y la Virgen». En 1993, le hacen un triple bypass, y cinco años después le dijeron que tenía que hacerse un trasplante de corazón. Fue entonces cuando tuvo la ocasión de vivir lo que él llama la vivencia más bonita de su vida: «Yo tenía un íntimo amigo, que no quería tener nada que ver con la religión.

Él acompañaba a su mujer a misa y esperaba fuera. Yo me encontraba esperando el corazón, siempre en un sillón sentado, ya que simplemente el ir al baño me provocaba constantes anginas de pecho. Mi amigo cayó enfermo y un cura amigo mío me llevó al hospital, nunca a más de 60 km/h., porque me podía quedar en el sitio. Antes de entrar en el hospital, le pedía al Señor que me ayudara a hablar a mi amigo. Y le dije cuando le vi: Cuando estés en el cielo, reza por mí. Y él: Yo no voy a ir al cielo. Luego, cuando me iba a marchar, le abracé y le dije: Todo lo que estoy sufriendo, lo ofrezco para que tú te confieses.

Luego me contaron que, nada más marcharme yo, pidió confesarse. No lo hacía desde la Primera Comunión. Aquel día, nada más confesarse y recibir la Unción de enfermos, moría. Y al día siguiente, durante el entierro, me llaman del hospital: Ignacio, tienes un corazón esperando».

Al cabo de unos años tuvieron que operarle de la vesícula, y tras la operación el cirujano avisó a su familia: «Tengan los móviles encendidos, que Ignacio no pasa de esta noche». Y añade Ignacio: «Pero el médico no sabía que estaba rezando por mí yo creo que media España». Y hoy piensa: «Los que no tienen a Dios, los que no conocen a Dios, los que atacan a Dios, si les ocurriera lo que a mí... ¡qué angustia! Porque yo sólo Le decía: Estoy en tus manos. Lo que Tú quieras, yo lo quiero».

Poco después entró en coma diabético, y volvió a entrar en el hospital. «Mi mujer le dijo a mi hija: Busca el seguro de papá, que no pasa de esta noche. Y aquí me tenéis». Cada año celebra lo que él llama su cumpleaños segundo, el aniversario de su trasplante de corazón. Pero no se despide sin afirmar con fe: «Yo he tenido siempre presente al Señor. He tenido dolores de volverse uno loco, pero he cogido el crucifijo en la mano, lo he apretado y le he dicho al Señor: Señor, me uno a tu cruz, me uno a Ti en la cruz. Y Él me ha ayudado a llevarla. Señor, Tú lo quieres, yo lo quiero. Lo he pasado mal, pero nunca he perdido la fe en Dios, nunca, nunca, nunca».

ALFA Y OMEGA

LA IGLESIA DEBE SER UNA GRAN ORQUESTA

Inma Shara, directora de orquesta, acaba de recibir el premio «¡Bravo!» de Música que otorga la CEE

Inmaculada Sarachaga es frágil por fuera y recia por dentro, como la música de Mozart. No pierde la sonrisa en ningún momento y asegura estar «abrumada» por un premio que va más allá de lo estrictamente musical.

– ¿Qué supone este galardón para usted?


– Es más que un premio profesional. Es una emoción difícil de traducir, porque atañe al corazón, une lo personal y lo profesional. Me abruma. Siempre me he comportado bajo los cánones de educación que he recibido y de los que me siento muy orgullosa. Y cuando uno sigue las leyes de su corazón, intenta ser coherente consigo mismo y lo ve reconocido en un premio que une la religión y la música, no puede menos que sentir algo muy especial.

– ¿Cómo se puede dar testimonio de fe en una profesión como la suya?

– El mundo de la música no es fácil, pero ningún trabajo lo es. A través de la música se pueden transmitir valores comunes a la religión: es un lenguaje de unidad, de amor, de pacificación. La religión y la música se dan la mano, nos llevan al sentimiento, que es lo que nos moviliza, aunque la razón nos guíe. La música es la herramienta para transmitir lo mejor de nosotros mismos; nos hace pensar en lo que somos y dar gracias por lo que tenemos, nos hace replantearnos los modelos de felicidad. Cuando entramos en la belleza de las grandes sinfonías, nuestra sociedad, que es cuantitativa, hedonista y egocéntrica, descubre la grandeza de esas grandes obras y la fragilidad y provisionalidad de todo lo humano. En la orquesta yo planteo un absoluto mundo de colaboración. El director ha de tener un liderazgo moral, establecer puentes afectivos con los músicos, más que profesionales. ¡Es arte, parte de la generosidad!

– ¿Qué obras o autores le acercan más a Dios?

– Bach es el más grande, cualquiera de sus obras es impresionante. Es la esencia, el pilar de cualquiera que estudie música. Pero Mozart impacta por su visión tan cristalina, inocente, sus acordes tan puros, tanta armonía en sus ataques exquisitos, que hablan de lo celestial, de lo espiritual. Y me apasionan los románticos. Rachmaninoff me vuelve loca. Mendelssohn, Beethoven... En sus obras siempre descubres algo nuevo, porque te estás leyendo a ti mismo. Esa es la magia del clásico.

– ¿Y por qué a los españoles nos da tanta vergüenza cantar en misa?

– Vaya... quizá es porque no tenemos una cultura clásica, coral, como en los países centroeuropeos. Ni grandes autores de música sacra entregados a la composición para el canto, cuando allá ha sido durante siglos, la razón de existir de muchos compositores. En España tenemos una riquísima tradición popular, pero la música clásica no ha impregnado tanto nuestras vidas, nuestra cultura, como en otros países.
– El libro de los Salmos acaba con el número 150 que enumera todos los instrumentos y al final, dos veces, la percusión. ¿Tiene lógica para una directora de orquesta?
– Sí. La percusión es siempre el remate final, la gran expresión de gloria, de liberación, de alegría, sinónimo de celebración, de triunfo. Y eso el autor del salmo lo intuía.

– ¿Se parece la Iglesia a una orquesta?

– ¡Debe ser una orquesta! En ella, todos deben reconocer los intereses propios, la bonhomía, la generosidad, el compromiso.

Sin miedo a mostrar su fe


Shara (Álava, 1972) es una de las más reconocidas directoras de orquesta. La Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal acaba de concederle el premio ¡Bravo! de música «por su brillante carrera, que la ha llevado a dirigir las más prestigiosas orquestas del mundo y a actuar ante el Papa haciendo, en medio del complejo mundo artístico, confesión pública de su fe, para afirmar que todo lo que hace no es mérito suyo, sino don de Dios».

LA RAZÓN

EN UN INSTANTE MI CORAZÓN FUE TOCADO Y CREÍ

"El hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques" (Art poétique). Estas palabras de Paul Claudel definen admirablemente lo que fue la esencia de la vida de este gran poeta y dramaturgo francés.

En ellas está fijada su trayectoria vital en toda su síntesis y profundidad. Son palabras de uno de los grandes poetas de este siglo, son pues pórtico y también desarrollo de algo intensamente vivido.

Claudel luchó durante su existencia en la búsqueda de su verdadera vida, pero también fue la misma vida la que le golpeó encaminándole por sendas y cimas que jamás hubiera alcanzado por su propio pie.

Nació en 1868. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, después empezó la carrera diplomática, representando a su país brillantemente por todo el mundo.

Hijo de un funcionario y de una campesina, fue el más pequeño de una familia compuesta por dos hermanas más. El ambiente en que se desarrolla su vida le marcará con fuerza en su infancia y adolescencia. Siempre recordará sus primeros años con cierta amargura: un ambiente familiar muy frío le lleva a replegarse sobre sí mismo y, como consecuencia, a iniciarse en la creación poética. Paul Claudel se hace en la soledad; ésta le marcará para toda su vida.

También incidirá con fuerza en su espíritu el ambiente de Francia en su época: profundamente impregnado por la exaltación del materialismo y por la fe en la ciencia. Las lecturas de Renan, Zola... y especialmente su paso por el liceo Louis-le-Grand y la visión de la muerte de su abuelo, crean en él un estado de angustia en el que la única certeza es la de la nada en el más allá. Allí se hunde en el pesimismo y la rebeldía.

En medio de ese aire enrarecido y de esa ausencia de horizontes, el joven Claudel se ahoga, y su inquietud hace que no se resigne a morir interiormente. Busca aire desesperadamente: le llegan bocanadas en la música de Beethoven, y de Wagner, en la poesía de Esquilo, Shakespeare, Baudelaire; y, de repente, la luz de Arthur Rimbaud: "Siempre recordaré esa mañana de junio de 1886 en que compré el cuaderno de La Vogue que contenía el principio de Las iluminaciones. Fue realmente una iluminación para mí. Finalmente salía de ese mundo horrible de Taine, de Renan y de los demás Moloch del siglo XIX, de esa cárcel, de esa espantosa mecánica totalmente gobernada por leyes perfectamente inflexibles y, para colmo de horrores, conocibles y enseñables. (Los autómatas me han producido siempre una especie de horror histérico). ¡Se me revelaba lo sobrenatural!" (J. Rivière et P. Claudel: Correspondance (1907-1914). 142).

Fue el encuentro con un espíritu hermano del suyo, pero que le abría inmensas perspectivas a su vida más profunda y personal que hasta ese momento desconocía. Pero su habitual estado de ahogo y desesperación continuó siendo el mismo.

Y ese mismo año, el acontecimiento clave en su vida: es la Navidad de 1886. Él mismo narrará, veintisiete años después, lo sucedido: "Así era el desgraciado muchacho que el 25 de diciembre de 1886, fue a Notre-Dame de París para asistir a los oficios de Navidad. Entonces empezaba a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante apropiado y la materia para algunos ejercicios decadentes.

Con esta disposición de ánimo, apretujado y empujado por la muchedumbre, asistía, con un placer mediocre, a la Misa mayor. Después, como no tenía otra cosa que hacer, volví a las Vísperas. Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicholas-du-Cardonet que les acompañaban, estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía.

Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos Tos libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable.

Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción.


¡Dulce emoción en la que, sin embargo, se mezclaba un sentimiento de miedo y casi de horror ya que mis convicciones filosóficas permanecían intactas! Dios las había dejado desdeñosamente allí donde estaban y yo no veía que pudiera cambiarlas en nada. La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y hasta el asco. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos permanecía en pie y yo no le encontraba ningún defecto. Lo que había sucedido simplemente es que había salido de él. Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba.

La única comparación que soy capaz de encontrar, para expresar ese estado de desorden completo en que me encontraba, es la de un hombre al que de un tirón le hubieran arrancado de golpe la piel para plantarla en otro cuerpo extraño, en medio de un mundo desconocido. Lo que para mis opiniones y mis gustos era lo más repugnante, resultaba ser, sin embargo, lo verdadero, aquello a lo que de buen o mal grado tenía que acomodarme. ¡Ah! ¡Al menos no sería sin que yo tratara de oponer toda la resistencia posible!

Esta resistencia duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe, no saben lo que cuesta reencontrarla y a precio de qué torturas. El pensamiento del infierno, el pensamiento también de todas las bellezas y de todos los gozos a los que tendría que renunciar -así lo pensaba- si volvía a la verdad, me retraían de todo.

Pero, en fin, la misma noche de ese memorable día de Navidad, después de regresar a mi casa por las calles lluviosas que me parecían ahora tan extrañas, tomé una Biblia protestante que una amiga alemana había regalado en cierta ocasión a mi hermana Camille. Por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura, que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón. Yo sólo conocía por Renan la historia de Jesús y, fiándome de la palabra de ese impostor, ignoraba incluso que se hubiera declarado Hijo de Dios.

Cada palabra, cada línea, desmentía, con una majestuosa simplicidad, las impúdicas afirmaciones del apóstata y me abrían los ojos. Cierto, lo reconocía con el Centurión, sí, Jesús era el Hijo de Dios. Era a mí, a Paul, entre todos, a quien se dirigía y prometía su amor. Pero al mismo tiempo, si yo no le seguía, no me dejaba otra alternativa que la condenación. ¡Ah!, no necesitaba que nadie me explicara qué era el Infierno, pues en él había pasado yo mi "temporada". Esas pocas horas me bastaron para enseñarme que el Infierno está allí donde no está Jesucristo. ¿Y qué me importaba el resto del mundo después de este ser nuevo y prodigioso que acababa de revelárseme?" ("Ma conversion". 10-13.)

Una carta de 1904 a Gabriel Frizeau demuestra que el recuerdo de ese instante de Navidad estaba ya fijado entonces: "Asistía a vísperas en Notre-Dame, y escuchando el Magnificat tuve la revelación de un Dios que me tendía los brazos".

"Así hablaba en mí el hombre nuevo. Pero el viejo resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. ¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el respeto humano. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres... manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos, me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba, incluso, la violencia que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme.

No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios, fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!".

Paul-André Lesort: Claudel visto por sí mismo