40 días, 960 horas de oración ininterrumpida con frío, lluvia y calor, con sueño y cansancio. Ese es el reto; el objetivo, conseguir el fin del aborto mediante un confiado ruego a Dios.
La campaña 40 días por la vida, que nació en Texas hace seis años, congrega hoy a más de 300.000 personas de 282 ciudades de los Estados Unidos, Canadá, Australia, Irlanda del Norte y Dinamarca.
El pasado 17 de febrero comenzó una nueva edición de la campaña que se prolongará hasta el 28 de marzo. Si usted se pasea durante ese tiempo por las calles de Nueva York, es muy probable que encuentre grupos de gente delante de los abortorios. Los identificará fácilmente: ataviados con gorras y camisetas azules, reparten folletos explicativos sobre qué es un aborto, rezan por el cierre de los centros y piden para que quienes allí trabajan se den cuenta de la barbaridad que están llevando a cabo.
Increíblemente organizados, involucran a parroquias y comunidades enteras para que, durante esos 40 días, no haya un solo segundo en el que no se rece por el fin del aborto.
Además de la oración, el segundo aliado de esta campaña es el ayuno, entendido éste como un sacrificio. No es necesario dejar de comer; cada uno, en función de sus circunstancias, puede renunciar a algo importante en su vida (televisión, cine, café…) y ofrecer ese sacrificio por los no nacidos.
Buena cuenta de resultados
Quien piense que su esfuerzo es vano, no tiene más que echar un vistazo a la ‘cuenta de resultados’ de 40 días por la vida: 300.000 personas unidas por la misma causa y más de 9.500 iglesias involucradas. Al menos 2.168 vidas salvadas del aborto (es la cifra de la que tienen constancia, pero puede haber muchos más casos), 27 trabajadores de centros abortistas han abandonado su puesto, al menos cinco centros han cerrado sus puertas y muchos afectados por el aborto en el pasado han encontrado en estas personas el apoyo que necesitaban para recuperarse.
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