“Daría ‘el gato’ a quienes dan su vida por los demás”

Ana Gugel es copresentadora de El Gato al agua de Intereconomía TV

El programa estrella de Intereconomía TV no tiene sólo ‘gatoadictos’, sino también ‘anadictos’. “Te envío muchos besos, Ana ‘Google’. Haces un tándem genial con Antonio”. “Tienes imagen, inteligencia y un trato muy dulce y agradable, y por ello eres parte esencial del programa”. “Enhorabuena por vuestro programa. Saludos de un gatoadicto y de un anadicto”. “A través de la televisión me haces muy feliz”. “Esta presentadora y colaboradora de Antonio es fundamental para la buena marcha del programa, se nota mucho”. Éstos son algunos de los mensajes que dejan a Ana Gugel en la página web del Grupo Intereconomía. Tienen claro que sin ella, el programa no sería lo mismo.

-Menudas flores le echan sus seguidores, ¿no? Se tiene que sentir una mucho más importante que cuando era una joven principiante ‘en la sombra’.

-Es que cuando empezamos, nos veían diez y de repente ha sido un boom. Hay gente que dice: “¡Qué mona, qué pena que estés casada, porque me encantas para mi hijo!”. La gente es encantadora. Y sí que es verdad que te sube la autoestima. Tú imagínate que sales a la calle y te encuentras a personas que te dicen estas cosas.

-A ver… Pues no me lo imagino…

-Pues lo típico, que vas a la compra en sudadera y notas cómo empiezan a cuchichear, te miran, algunos se acercan y te dicen que nos ven todas las noches, que somos su alegría. Porque son muy fieles, y el cariño se siente.

-Es curioso que los espectadores se encariñen con quienes ven en televisión.

-Es como si estuvieras con ellos, todas las noches, en pijama, en el sofá. Y te ven como una más.

-Un día la acompañé andando por la calle y me sorprendió la cantidad de gente que se daba la vuelta. Aunque igual ya le pasaba antes…

-No, eso no -dice divertida-. Pero cada vez más. Y ya cuando te vas a un viaje fuera de España y también te paran… Me ha pasado en Noruega y en el viaje de novios, con una de las parejas del hotel. En la piscina un día me dicen: “¡Tú eres la de El gato!”.

-¿No le parece que en esta sociedad se valora excesivamente la fama?


-Lo de salir en la tele te da una especie de halo, que muchas veces para la gente significa algo especial. Pero no, yo estoy aquí como podía estar delante de un ordenador haciendo cuentas. Lo haces lo mejor que puedes, pero como cualquier persona hace su trabajo diario. Lo que pasa es que el de otros no tiene esa repercusión.

-¿No pasaba un poco de vergüenza al principio?


-Sí, porque yo soy… tímida es poco. Cuando elegí profesión, mi abuelo decía: “Pero ¿adónde va esta niña, con lo vergonzosa que es?”, porque me ponía roja como un tomate.

-¿Estaba dudando entre varias?

-Siempre me había gustado el periodismo. Con mis primas, de pequeña, organizábamos programas de radio, nos grabábamos y nos escuchábamos. Pero cuando creces y se lo dices a tus padres, te miran con cara rara y dicen: “¿Periodista?”. Pero no había otra cosa que me gustara. Y como a mi madre la habían obligado a estudiar una carrera que ella nunca quiso, dijo: “Si es lo que te hace feliz, adelante”.

-¿Ella qué quería estudiar?

-Le hubiera gustado hacer Empresariales, pero mi abuelo tenía una farmacia.

-¿Y su padre?


-Hizo Empresariales, que era lo que le gustaba, además de ser jugador profesional de balonmano.

-¿Ha salido usted tan deportista?


-No. He jugado al tenis. Pero llegué a la universidad y me di a la mala vida. Reconozco que soy un poco vaga.

-¿Salía mucho? ¿Se iba a la cafetería a echar la partida de mus?

-Sí, esas cosas que hacemos todos. Alguna vez te saltabas alguna clase e ibas a la facultad a estar con las amigas, y también salía.

-A veces se aprende más que en clase.

-Más que en algunas, sí, aunque también tuve profesores excelentes.

-¿Dónde estudió?

-En el CEU. Fueron los mejores años para mí.

-¿Cuál era su asignatura preferida?

-Siempre me gustaron Literatura, Historia y las de radio, televisión, todo lo que fuera práctico.

-¿Y Economía qué tal?


-¡Uf! Fatal… Los números y yo no nos llevamos bien.

Empezó como becaria, a la vez que estudiaba, en informativos de la Cope. “Recuerdo que llegas ahí como una pipiola y aprendes a base de pegarte tortas”, cuenta. Luego pasó por Telecinco y por Onda Cero. Allí trabajaba por la noche, en producción del programa de deportes de Manu Carreño.

Dice por experiencia que, “aunque el que da la cara está más cerca del público, hay mucha gente trabajando detrás sin la que no saldrían los programas”. Y, antes de llegar a Intereconomía, y fuera del mundo del periodismo, estuvo también en Consultoría, en Deloitte.

-Ésta es su primera experiencia en televisión. ¿Cómo fue el comienzo?

-Horroroso. Sufría, adelgacé, y pensaba: “No puedo”. Quería salir corriendo. Ahora, cuando sales a un directo, tienes más recursos… Y si te equivocas, puedes hacer la típica broma de: “Anda, vaya día que llevo hoy, que no doy una”. Y los tertulianos te echan un capote. Como un día que Alejo dijo: “Es que tiene la botella de vino al lado, y claro…”.

-Y Antonio destensa la situación más comprometida, ¿no? Es tan natural que parece que no tiene una cámara delante.


-Es lo bueno que tiene El gato, que da la impresión de que estamos en el salón de nuestra casa, con los amigos, hablando de la actualidad.

-¿Pensaba que el programa llegaría tan lejos cuando empezaron?


-Yo partí desde su nacimiento en Espronceda, en un estudio pequeñito, cuando entraban 10 mensajes en todo el programa. Pero cuando salimos a nacional, fue sorprendente. Ahora recibimos hasta 3.000 y con las votaciones del Gatómetro hay veces que hemos llegado a los 8.000. Puedes esperar que algo funcione, pero de esta manera… Esto ya es adicción.

Cuenta que el ambiente entre los contertulios es excelente tanto delante como detrás de las cámaras y que muchas veces, después de tirarse los trastos a la cabeza, porque piensan diferente, en la publicidad quedan a tomar un café al día siguiente.

Sonsoles Calavera
ALBA