AQUELLO NO ERA JUSTO: DIOS NO PODÍA QUERERLO

Begoña descubrió el sentido de su vida tras un suceso doloroso que no entendía. La mano de Dios le abrió un nuevo panorama para ser feliz y ayudar a los demás a serlo desde su condición de abogado, esposa y madre.

Hace unos años, mi hermano de 28 años sufrió repentinamente una grave enfermedad. Estuvo en coma más de un mes. Durante aquel largo tiempo pensaba muchas veces que aquello no era justo, que Dios no podía quererlo. Me rebelaba.

Hasta entonces me preocupaba de los amigos, del trabajo, la familia… pero todo aquello no me llenaba, me faltaba algo. Me consideraba católica practicante pero a mi manera.

En el hospital empecé a rezar a la Virgen. No me acordaba de cómo se rezaba el Rosario, por lo que me limitaba a decir “primer misterio, rezaba un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, segundo misterio…y lo mismo”. Un día me encontré, sin pretenderlo, en el interior de una iglesia, delante de un confesonario. Comencé a hablar con un sacerdote. Salí transformada. A partir de ese momento mi vida dio un giro de 180 grados.

Dios me buscó, me encontró y aquí estoy. Pasado un tiempo pedí la admisión como supernumeraria del Opus Dei. Aunque me daba miedo dar el paso, ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida.

Soy abogado, tengo un despacho profesional en Salamanca, donde me encuentro muy a gusto, estoy casada, tengo un hijo. Mi mundo es éste, aquí es donde vivo y me doy cuenta de que estoy aquí para algo: para querer mucho a mi marido, a mi hijo y para ayudar a los demás y hacer apostolado.

Me preguntaba una y otra vez. ¿Cómo puedo desde donde estoy ayudar a los demás? Y encontré la respuesta en la gente que iba a mi despacho. Ahí estaban Estrella y su marido, indigentes y con el virus del Sida. Vivían en la calle. Con la ayuda de un grupo de amigas les conseguimos una vivienda digna y una ayuda económica para vivir con dignidad. Recuerdo cómo Estrella rezaba “Jesusito de mi vida” todos los días y la alegría que sintió cuando fue a comulgar después de muchísimos años de una vida difícil y alejada de la fe.

“De que tú y yo nos portemos como Dios quiere dependen muchas cosas grandes” dice un punto de Camino. ¡Qué cierto es! Tenemos que hacer lo que debemos y estar en lo que hacemos. Ese es el farol que ha empezado a guiar mi trabajo, mi familia, todo mi actuar. Desde que lucho por poner a Dios en el centro de mi vida estoy muchísimo más tranquila, más contenta, hago muchas más cosas y me han entrado unas ganas locas de contárselo a todos. Así lo hago cuando tomo café con mis amigas, en la parada del autobús con otras madres o en mi trabajo.

Desde mi despacho intento que todo el que entre, salga reconfortado. Decía San Josemaría que los cristianos tenemos que ser una “inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad”. Como abogado no sólo defiendo a mis clientes e intento resolver sus pleitos, sino que además procuro escuchar, aconsejar, asesorar…y hablar de Dios. Con todo esto me santifico y además me lo paso bien.

Encima de mi mesa de trabajo, en un lugar discreto pero visible, tengo una imagen de la Virgen. Una vez, cuando una nueva cliente se iba, al acompañarla a la puerta me dijo: me voy tranquila porque usted tiene una buena guía, refiriéndose a la imagen de la Virgen, que le ayudará a que resuelva bien mi asunto. Aproveché la ocasión para hablarle de más temas.

Otro día llegó un matrimonio que quería separarse. Según ellos, tenían unos problemas grandísimos, no se aguantaban, y se guardaban un rencor mutuo enorme. Empezamos a negociar el convenio regulador de la separación: guarda y custodia de los hijos, pensión de alimentos, etc. Después de charlar durante varios días muchísimo tiempo, se dieron cuenta de que valía la pena intentarlo de nuevo. El marido me preguntaba: “pero, ¿usted no quiere ganar dinero?”. Ese matrimonio se dio una segunda oportunidad. Ha pasado un tiempo y siguen juntos.

A mis clientes les hablo de la Confesión, de la Misa, del matrimonio, etc., sin ningún tipo de reparo ni de respeto humano, con naturalidad, igual que hablo del tiempo, de la política o de la moda. Así surge la amistad. Hace unos meses llegó una pareja para que les solucionara un tema de herencia. Hablamos de ello, de la vida en general y me contaron que llevaban 20 años juntos, tenían dos hijos ya mayores, pero no se habían casado. Ayer vinieron a invitarme a su boda. Todo esto reconforta y hace que cada día dé gracias a Dios por ser su instrumento con toda la gente con la que trato.

Otra actividad que realizo es la coordinación de un programa de radio sobre temas jurídicos. La finalidad del programa es transmitir información con veracidad, resolver los problemas jurídicos que plantean los radioyentes y transmitir la realidad de que el abogado ve a su cliente como un ser humano que necesita ayuda y no simplemente como una fuente de ingresos. Hablamos de todo: eutanasia, matrimonio, comunidades de vecinos, arrendamientos… Hace unos días el programa fue sobre el aborto. Una radioyente localizó mi despacho y me llevó un montón de tomates de su huerta, como agradecimiento por la manera en la que había tratado el tema. ¡Qué ricos estaban!

Mi nueva forma de ver la vida ha repercutido en mi familia. Estamos aprendiendo que el trabajo, el estudio, el esfuerzo, es el medio que Dios nos ha puesto para adquirir las virtudes humanas necesarias para ir ganando esa parcelita del Cielo a la que nos retiraremos cuando muramos. Vamos entendiendo que cuando Dios hace las cosas es por algo.

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