En la solemnidad de San Pedro y San Pablo
resuenan las palabras de Jesús a Simón Pedro en Cesarea de Filipos: «Bienaventurado
eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo
que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en los cielos»
En el Papa se cumple de modo especial lo que
dijo Jesús a los Apóstoles: “El que
a vosotros oye, a mi me oye”
Por eso, cuando celebráis vuestro matrimonio
en esta fiesta incomparable, os recuerdo unas palabras de Benedicto XVI de su
reciente EMF (1) en Milán: Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais
cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en
primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno
al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar.
Como recordáis, Jesús inicia su vida pública
en una boda judía. Con su presencia, bendice
a los contrayentes y comienza a instituir el sacramento del matrimonio.
El vino que les regala es símbolo de la fuente de gracias y bendiciones que el
Señor derrama a través del sacramento sobre los esposos.
Jesús, que comienza así su vida pública,
explicará más tarde la verdad sobre el matrimonio y la familia. Afirmará ante
sus discípulos que “el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su
mujer y serán los dos una sola carne: lo que Dios ha unido no debe ser separado
por el hombre” y concluirá afirmando que, desde el principio, el amor humano es
así. El Señor confirma la verdad natural del amor y explica que, con el
sacramento que instituye, convierte la institución natural en vocación
cristiana, camino de santidad.
Ante las dificultades y dudas que se
plantean en la sociedad actual la respuesta de Jesús es ahora la misma que entonces: desde un
principio el amor humano es así. Es decir, desde la Creación es así porque Él
lo he diseñado desde dentro para que funcione así. Por tanto, la situación natural para el hombre y la
mujer es el amor humano, la familia.
El papel esencial de la familia es recordado
por el Papa en su reciente EMF del que ya
hice referencia antes: «La fe en Jesucristo, muerto y resucitado
por nosotros, que vive entre nosotros, debe animar a todo el tejido de la vida
personal y comunitaria, privada y pública, para permitir un marco estable y de
auténtico “bienestar” de la familia, que se redescubre como el principal activo
de la humanidad y signo e indicador de una cultura verdadera y estable a favor
del hombre».
Os
transcribo a continuación una anécdota de la Madre Teresa de Calcuta: Un periodista
le hace una pregunta capciosa:
—Madre Teresa, tiene usted setenta
años. Cuando se muera, el mundo seguirá igual que antes de que usted naciera.
Después de todo el esfuerzo que ha hecho usted, ¿qué ha cambiado en el mundo?
Sin alterarse, y con una
encantadora sonrisa, responde la Madre Teresa:
—Verá, yo nunca he querido cambiar el
mundo. Yo solo he procurado ser una gota de agua pura en la que el amor de Dios
pueda reflejarse. ¿Le parece poco?
Silencio embarazoso en la
sala donde se desarrolla la rueda de prensa. Lo rompe la Madre Teresa:
—¿Por qué no intenta usted también ser una
gota de agua pura? Así ya seríamos dos.
La anécdota continúa. Se entabla un
diálogo entre el desarmado periodista y la fundadora de las Misioneras de la
Caridad, que le anima a convencer a su mujer y a sus tres hijos para que sean
también gotas de agua pura, «... y ya seremos seis».
Bonito
consejo que nos viene bien a todos. La vida consiste en eso: tener amor y
reflejarlo a los demás. La fuente del amor auténtico es Dios, que es Amor. El
amor se construye con la entrega y el sacrificio diarios.
Os digo lo que a mis alumnos de Xabec
(colegio de formación profesional valenciano), cuando me expresan su
incertidumbre para formar, en el futuro, un nuevo hogar: si vemos que tantos
edificios familiares se vienen abajo habrá que esforzarse aún más por construir
bien nuestro amor, nuestra familia y ayudar a los demás a que hagan lo mismo.
Esa es la clave del matrimonio: amar. Un
amor sincero que se manifiesta en la entrega plena del uno al otro.
Nos ayuda a entender esto una anécdota del
canciller Bismark., célebre estadista
alemán del siglo XIX. Al poco tiempo de celebrar su boda, le enviaron a
desempeñar una misión diplomática, de varios meses de duración, fuera de su
ciudad.
A los pocos días de llegar a su destino
recibió carta de su mujer. Ésta le expresaba su afecto y sus dudas: “temo que,
en la Corte, rodeado de tantas mujeres bonitas, puedas olvidarte de mí”. La
misiva tuvo inmediata respuesta del joven diplomático. Al tiempo que expresaba
su cariño, Bismark le escribió: “¿olvidas que me he casado contigo para
amarte?”
Recordad también el bellísimo canto al amor
de la carta de San Pablo a los Corintios. El apóstol traza vigorosamente el
camino esencial: el del amor auténtico. Un amor empapado de entrega que brota
del corazón de una persona cuajada de valores humanos: “si no tengo amor, no
soy más que un metal que resuena …. El amor es comprensivo, el amor es
servicial y no tiene envidia; el amor no presume, ni se engríe; no es mal
educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la
injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin
límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”
Nos dice Jesús en el evangelio: “¿Fuego
he venido a traer a la tierra y qué quiero sino que arda?” Es el fuego del amor
con el Señor llena los corazones de todos los que se acercan a Él. Es el fuego
del amor de los esposos que se acercan a recibir la gracia del matrimonio cristiano. Este
sacramento concede claridad para entender el proyecto natural de Dios para
todos los hombres y comprenderlo también como vocación cristiana: “Te seguiré
Señor -dicen los esposos cristianos- desde mi familia, con mi familia”. El Señor
bendice a los esposos y les concede un
cheque en blanco: la promesa de recibir toda la luz y la fortaleza de Dios (la
gracia) para que el amor esponsal crezca de día en día y, como fruto de ese
amor, se reciban generosa y responsablemente los hijos que Dios se digne
conceder y también para que sean la luz del mundo que recuerde a los demás los
valores familiares.
No olvidéis nunca esta responsabilidad
apostólica. Al ascender a los Cielos, el Señor deja un puñado de discípulos. Un
par de siglos más tarde, los cristianos inundan el imperio romano.
Es indudable la importancia de la
predicación de los Apóstoles y sus sucesores. Pero una clave esencial para esa
expansión apostólica fueron las familias cristianas. Los paganos se admiraban al contemplar a los
discípulos de Cristo: “mirad como se aman”. Las familias romanas -con graves
problemas, semejantes a los actuales- recuperaron los valores familiares con el
ejemplo y la palabra de los cristianos.
El Señor espera que, con vuestra
oración, con vuestros deseos sinceros de amor y de fidelidad, con vuestra
palabra y con vuestro ejemplo, ayudéis a propagar esa verdad esencial que Él
vino a traer a la tierra, sobre el amor
humano y la familia, y que no cesa de recordar a través de su Iglesia.
Una canción popular francesa dice así:
si vas a la guerra reza una oración, si vas a la mar incierta, reza dos
oraciones, pero cuando celebres tus bodas, reza todo lo que puedas. Dios
concede su gracia respondiendo a nuestra oración. Recemos, pues, con intensidad
para que el Señor os conceda: Fidelidad en el amor, recibir los hijos como
dones de Dios, educarlos cristianamente, y ser sembradores de paz y de alegría.
Invoquemos a Santa María, Madre de
Dios y Madre nuestra. Sobrada experiencia tenemos que Ella no nos deja nunca.
En los momentos de dificultad, de tentación y de desaliento no nos abandona.
Como en las bodas de Caná, Santa María no dejará nunca de ayudaros. Con Ella, el agua de vuestra debilidad se convertirá
en el amor y la fidelidad que tan fervientemente deseáis ahora. Que así sea.
(1) EMF: Encuentro Mundial de las Familias
(1) EMF: Encuentro Mundial de las Familias