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diálogo Liria de Prada

El intelectual cristiano debate con el filósofo marxista. De la controversia intelectual, Carlos Fernández Liria (Zaragoza, 1959) y Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) pasaron a la amistad. Les acercó la común admiración por Chesterton, cuyo libro Ortodoxia –confiesa Fernández Liria, uno de los artífices de la fundación de Podemos– «me provocó una seria crisis en mi fe atea». El dúo pasó a trío con la incorporación de Santiago Alba Rico, coautor de algunos trabajos con Fernández Liria, desde que ambos trabajaron juntos en los años 80 como guionistas del programa de TVE La bola de cristal. A la espera de que se materialice el proyecto de un libro entre los tres, el 20 de diciembre se celebró un debate en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. La sala, con aforo para unas 500 personas, se encontraba casi llena para presenciar un debate que duró más de cuatro horas, a pesar de realizarse en unos días prácticamente desérticos en la universidad y de la baja a última hora por enfermedad de Alba Rico. Chesterton: anticapitalismo y tradición era el título de la convocatoria, moderada por la profesora Mercedes Martínez Arranz, quien aludió como referente a los duelos dialécticos entre el propio Chesterton y su buen amigo el socialista George Bernard Shaw. Para Carlos Fernández Liria, «proponer un programa que se autodenomina populista y pretender ignorar a la mayor organización de masas de la historia, como decía Gramsci, es una idea de bombero. Con lo fácil que es debatir con los católicos, es imperdonable que no lo hayamos intentado más». «Derecha o izquierda son inventos para dividir a los hombres e impedir que personas como nosotros puedan llegar a conclusiones de la razón parecidas», afirmó De Prada.
Tercia la moderadora: «El católico y el marxista representan a los hombres mas importantes de este siglo. Tal vez el duelo al que hoy asistimos caiga en forma de cruz y ambos terminen luchando en una misma batalla contra un enemigo común y, quién sabe, bajo un mismo Dios».
Juan Manuel de Prada: El capitalismo ha metido miedo a los católicos tontainas con el espantajo del comunismo –ahora con Podemos y todas estas cosas–, amenazándolos con que nos traerá calamidades que en realidad los capitalistas nos trajeron hace ya mucho tiempo, introduciendo sus ideales antirreligiosos, impersonales, antifamiliares… Chesterton habla de un viejo caballero que «mientras ha estado gritando contra ladrones imaginarios a quienes llama socialistas, ha sido atrapado y arrebatado realmente por verdaderos ladrones». Pero al mismo tiempo, se pronunció contra el socialismo, que consideraba un epifenómeno del capitalismo, porque asume sus mismas raíces aunque combata sus consecuencias.
Para hablar del origen del capitalismo tendríamos que remontarnos a la Reforma. Lutero supo que, para imponer su herejía, necesitaba disponer del poder de los reyes, e introduce el respeto reverencial a la riqueza. Este es el fondo de la cuestión. Hasta entonces un rico nunca había sido admirado por su riqueza (tampoco denostado, siempre que la utilizase bien). Pero la Reforma introduce esta escisión y, para ser alguien a los ojos de Dios, uno necesita formar parte de la clase poderosa. Se produce una ruptura moral. Hasta la Reforma, cuando un abad acumulaba riqueza, la sociedad cristiana pensaba que había faltado a los preceptos y consejos evangelios. A partir de Lutero, ya no.
La Reforma fue el resultado de los impacientes apetitos de los poderosos, que odiaban verse constreñidos por frenos morales, como apuntó un gran amigo de Chesterton, Belloc. En el momento en que los apetitos inmoderados de dinero de este grupo se tropiezan con una sociedad cohesionada, aparece un obstáculo insalvable. Pero si consiguen desintegrar moralmente la sociedad, de tal manera que convenzan a los sencillos de que sus vicios son virtudes que exaltan su condición humana, van a encontrarse con una sociedad infinitamente más debilitada.

«Los derechos de bragueta»

Carlos Fernández Liria: Según Juan Manuel de Prada, el capitalismo y lo que él llama los derechos de bragueta se hacen el juego y son parte del mismo plan. Aquí empiezan nuestras discrepancias. Para mí es algo sorprendente que estos chestertonianos de derechas –vamos a llamarles así– tiendan a hacer responsable a la Ilustración de la destrucción antropológica a la que nos ha llevado el capitalismo. Como si legislar sobre una vida digna atentara contra la vida misma. Pero no es la regulación de los derechos lo que ha dejado al ser humano sin hijos, sin cultura, sin patria… Ha sido el capitalismo. Además de no permitírsenos tener familia ni hijos, ¿tenemos que renunciar al derecho a divorciarnos o a abortar? Como decía el ministro Fernández Ordóñez, no podemos impedir que los matrimonios se rompan, pero sí evitarles sufrimientos. No estamos pidiendo la luna. ¿El derecho al divorcio rompe los matrimonios? Hace falta ser miope para verlo así.
J.M.P.: Lo primero que debo aclarar es que el 99 % de católicos se enfadarían si se les llama antimodernos, porque pierden el culo por ser considerados modernos. Y me encanta que mi expresión derechos de la bragueta tenga éxito aquí, porque llevo mucho tiempo utilizándola y al público al que me dirijo habitualmente no le suele caer bien. Pero Chesterton no es el único que considera que han sido una estrategia utilizada por el capitalismo para debilitar a la clase trabajadora. Desde la Escuela de Fráncfort, Marusse afirma que una sexualidad que se hipertrofia agota toda la energía libidinal (así la llama), en la que reside la capacidad creativa del hombre para revelarse contra la opresión. Y [el historiador marxista] Hobsbawm advertía de que la muerte del movimiento comunista serían las políticas de identidad,que se dedicarían a sustituir las reivindicaciones sociales por las reivindicaciones sexuales particulares, con los trabajadores divididos entre homosexuales, feministas…, todos luchando por sus derechos de bragueta y olvidando las reivindicaciones que les habían unido, algo que ya estamos viendo hoy en las grescas entre el feminismo y el homosexualismo por los vientres de alquiler.
El capitalismo introdujo la anarquía moral, que es algo que siempre favorece al poderoso. Alentó el divorcio, destruyó los hogares, dinamitó la influencia de los padres en los hijos y ridiculizó las virtudes domésticas, que es eso que Carlos llama patriarcado, pero que en realidad es una idea que los grandes filósofos paganos defendieron como modo de construir una sociedad viable y sana, razonable. Esos paganos hubieran considerado una perversión ese dogma capitalista de exaltar la lujuria y prohibir la fertilidad, pues, aunque celebraran todas las combinaciones eróticas, rendían culto a la fertilidad.
Con la caída de la natalidad, no hay ya familia que mantener y los salarios bajan hasta el mínimo de subsistencia, como propugnaba David Ricardo. Esto es letal para los trabajadores: cuando tenían hijos, sabían que había alguien que les heredaría, alguien que recogería la antorcha de su lucha. Pero cuando los proletarios se ensimismaron con sus derechos de bragueta, se hicieron estériles y dejaron de tener una razón por la que luchar.

«La democracia de los muertos»

C.F.L.: Desprecias los derechos de bragueta, que pueden parecer insignificantes comparados con los grandes problemas de la humanidad, pero a escala humana, para cada persona, son lo más importante. Ahí es donde el ser humano pondría sus energías para progresar. ¿Es eso hacerle el juego al capitalismo?
Defiendes también que estas cosas no queden al arbitrio de la democracia, sino de la tradición, lo que Chesterton llama la democracia de los muertos. Pero mucho cuidado: los ancestros a veces están muy locos. Los dowayos les arrancaban los dientes a los adolescentes… ¡por si acaso se les quedaba la boca pegada! Y hay comunidades en las que, si una chica va sola por la calle y cinco chicos la violan, se lo merece. ¿También en países católicos? Pues hasta hace poco, casi…
Nosotros –los ateos, los materialistas, los ilustrados…– hemos inventado otra vara de medir, y llamamos razón a los acuerdos a los que llegan los seres humanos en el espacio público, abierto a la argumentación y a la contra-argumentación. No estamos libres de equivocarnos, ¿pero no es mucho más razonable esto que la dictadura de los ancestros? ¿O que la dictadura de una casta sacerdotal a la que Dios le susurra al oído lo que es racional o no?
Mis alumnos me reprochan a veces que, en lugar de una comunidad religiosa, nosotros ponemos una abstracción a la que llamamos Razón, con la que hemos recortado –además, con la guillotina–, toda la densidad antropológica, de modo que una razón abstracta e imperialista ha devorado el planeta. ¡No es así! Los derechos positivos no han terminado con los consuetudinarios, siempre y cuando estos fueran razonables. La cuestión, como decía Kant, es que todo el mundo tiene derecho a ser feliz a su manera.
J.M.P.: Mi querido Carlos, que algún día terminará convirtiéndose al catolicismo, ha soltado el sofisma de que una violación mancomunada de una mujer era una cosa que para el catolicismo estaba plenamente permitida…
C.F.L.: ¡Tampoco es eso!
J.M.P.: …pero si miramos las Partidas de Alfonso X el Sabio veremos que las violaciones mancomunadas están condenadas de forma infinitamente más severa que hoy. Con una salvedad: el pensamiento cristiano piensa que las acciones se pueden calificar objetivamente, que el juicio no depende de lo que nosotros juzguemos sobre ellas y es independiente de que medie o no el consentimiento, en este caso el de la mujer. También Cicerón decía que las leyes tienen que fundarse en la naturaleza de las cosas, no en la opinión de los hombres.
J.M.P.: …pero si miramos las Partidas de Alfonso X el Sabio veremos que las violaciones mancomunadas están condenadas de forma infinitamente más severa que hoy. Con una salvedad: el pensamiento cristiano piensa que las acciones se pueden calificar objetivamente, que el juicio no depende de lo que nosotros juzguemos sobre ellas y es independiente de que medie o no el consentimiento, en este caso el de la mujer. También Cicerón decía que las leyes tienen que fundarse en la naturaleza de las cosas, no en la opinión de los hombres.
Y no es verdad, Carlos, la pretensión del pensamiento moderno de que la razón es el acuerdo que adoptan los hombres en el espacio público, cuando en realidad se trata más bien de la dimisión de la razón. Kelsen decía que habría que erigir estatuas en todas las democracias a Poncio Pilatos, porque se comporta como el perfecto demócrata en dos ocasiones: cuando considera que no hay verdad sobre las cosas y cuando condena a Jesús, aun sabiendo que es inocente, porque se atiene al mandato de la mayoría.
Lo razonable no es un acuerdo de voluntades, que sabemos que puede llevarnos a las mayores aberraciones –aunque no creas en el pecado original, Carlos, convendrás es que el ser humano es defectuoso–. Lo razonable es reconocer la naturaleza de las cosas. Ahí creo que personas que partimos de postulados diversos podemos confluir, porque a ningún hombre le ha sido negada la luz de la razón. Podemos ir abriéndonos camino entre la maleza, como decía Chesterton, con la ayuda de la tradición, que no es el salvajismo originario, sino la capacidad de ir alumbrando –siempre con tropiezos, errores y titubeos–, la naturaleza de las cosas.

La búsqueda de la felicidad

[Toma la palabra una persona entre el público que se presenta como homosexual y dirige a De Prada la pregunta:]. Según esa «naturaleza de las cosas», ¿yo soy entonces una perversidad? ¿Y está usted diciendo que es igual una violación que una relación sexual consentida?
J.M.P.: En el Código Penal los delitos son calificados independientemente del consentimiento o no de la víctima, con la excepción –oh, casualidad– de todo lo que tiene que ver con el sexo. De repente el consentimiento es un demiurgo que cambia la naturaleza de las cosas. Cosa distinta es la distinción, como hacen los escolásticos, entre razón teórica y razón práctica. La razón teórica establece los principios y la razón práctica aplica esos principios según las circunstancias, pero no puede implicar una dimisión de la razón teórica.
Con respecto a su homosexualidad, yo no puedo decirle si su conducta es buena o mala: usted ya tiene una razón conforme a la cual puede juzgar. En el ámbito de la razón teórica, yo sí creo que la sexualidad debe ordenarse a un fin, pero como yo mismo soy pecador, no soy quién para juzgar sus conductas. Sí le digo que la moral católica equipara el adulterio y la práctica homosexual, aunque misteriosamente el primero parece hoy no recibir reprobación.
A Chesterton cuando le preguntaban por las razones de su conversión al catolicismo, respondía que es la única religión que perdonaba sus pecados. Tal vez el problema del hombre moderno es que ha dejado de admitir algo tan sencillo como que es pecador y, en su soberbia, pretende que todas las cosas que él hace son buenas.
C.F.L.: Insisto: nadie tiene derecho a imponerle a otro que sea feliz a su manera. Conozco a hombres a los que les encanta montárselo a la vez con otros cinco tíos. Y mujeres…, a alguna también. ¿Qué hacemos con ellas?
J.M.P.: Tal vez habría que preguntarles en el crepúsculo de su vida si siguen estando de acuerdo con eso. Nuestro problema es que vivimos demasiado poco tiempo para ver las cosas con transparencia y darnos cuenta de nuestros errores.
C.F.L.: El asunto es de quién te fías, y yo me fío más de un espacio público en el que se argumenta racionalmente que de una institución religiosa. En la Ilustración ya no se admiten atalayas. No somos dioses. Lo que pretende la Ilustración es abrir en el interior de un pueblo un espacio en el que se pueda introducir un germen de civilización para que el pueblo pueda progresar. El espacio público no está para determinar lo que es, sino para que lo que es se parezca un poco más a lo que debiera ser.
Claro, ese espacio público tiene que estar blindado. Y nos queda mucho trabajo todavía para esto. Hay separación formal de poderes, pero cualquier decisión del poder económico pesa infinitamente más que las del poder político. Tenemos un sistema de oligopolios feudales, con verdaderos imperios, como el FMI o el Banco Mundial, que dominan la suerte política del planeta.
Aún así, hay ciertos avances que, cuando se conquistan en el espacio público, no tienen marcha atrás, ya sea la abolición de la esclavitud o el derecho al divorcio. ¿Quién se atreve a argumentar contra ellos? Hay ciertos temas que, en cuanto ganas simplemente el derecho a hablarlas en público, tienes ya la batalla ganada, como sucedió con las sufragistas.
Al final, se trata de que uno no puede imponerle al otro cómo tiene que ser feliz. Baila por muñeiras, baila por tangos, sigue tu tradición…, siempre y cuando cumplas esa misma ley y respetes a los demás, algo que, por ejemplo, no han entendido algunos indigenismos –¡estoy hasta la coronilla de la continua discusión con los indigenismos!–.
J.M.P.: La felicidad yo creo que es otra cosa: alcanzar la correspondencia entre lo que eres y a lo que aspiras. He conocido a personas que se les metió en la cabeza ser escritores, pero aunque vivieran 500 años no podrían, y terminan convirtiéndose en resentidos. Igual que si a mí me diera por batir el récord en los 100 metros lisos.

Boda de Carmen y Ángel

Con una copa de vino en la mano comienza Jesús la proclamación del Evangelio en su vida pública.

Con su presencia, bendice  a los contrayentes y comienza a instituir el sacramento del matrimonio. El vino que les regala es símbolo de la fuente de gracias y bendiciones que el Señor derrama a través del sacramento sobre los esposos.

Jesús, que comienza así su vida pública, explicará más tarde la verdad sobre el matrimonio y la familia. Afirmará ante sus discípulos que “el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne: lo que Dios ha unido no debe ser separado por el hombre” y concluirá afirmando que, desde el principio, desde la Creación, el amor humano es así.

Vuestra boda es un momento singular para contemplar la grandeza del proyecto divino para la criatura humana. Dios, que es Amor infinito, nos ha creado por amor. Y nos ha llamado a amar. Al crear al hombre y a la mujer los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos.

La vocación cristiana. El seguir a Cristo, que comenzó en el Bautismo, es un camino de felicidad, paz y alegría que culminará con la plenitud en el Cielo. Las dificultades ordinarias, la cruz de cada día, nos unen a la Cruz del Señor y no nos hacen perder la alegría: se convierten en un tesoro.

El sacramento del matrimonio resella vuestro amor. Os confiere un título para recibir del Señor, la luz, la gracia, la fortaleza para que vuestro amor se acreciente cada vez más hasta llegar a su plenitud en la otra vida. San Josemaría lo indica de una manera muy gráfica. Dice al marido: "tu camino hacia el Cielo tiene un nombre, el de tu mujer" Y a la esposa: "tu camino al cielo tiene un nombre, el de tu marido".

Como expresa el Papa Francisco con claridad: "el amor es una relación, entonces es una realidad que crece, y podemos incluso decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se construye juntos, no solos. Construir significa aquí favorecer y ayudar el crecimiento. Queridos novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa, vivir juntos para siempre. 

No queráis fundarla en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia queremos que sea estable y para siempre. Por favor, no debemos dejarnos vencer por la «cultura de lo provisional». Esta cultura que hoy nos invade a todos, esta cultura de lo provisional. ¡Esto no funciona!».

Ante las dificultades y dudas que se plantean en la sociedad actual la respuesta de Jesús  es ahora la misma que entonces: desde el principio de la humanidad el amor esponsal es así. Es decir, desde la Creación es así porque Dios lo he diseñado desde dentro para que funcione así. Por tanto,  la situación natural para el hombre y la mujer es el amor humano, la familia.

Esta anécdota os ayudará: Aunque bueno, era inexperto. Todavía no había cumplido cinco años de sacerdote cuando le pidieron que celebrara unas bodas de oro. Habían tenido cuatro hijos y ahora estaban felices con sus trece nietos. Para ellos, como no podía ser de otra manera, se trataba de una celebración muy especial. Quedó con ellos un sábado a las cinco, para prepararlo todo.

Acudieron puntuales. La parroquia estaba cerquita de casa. Vinieron paseando. Una escena que siempre llama la atención: cincuenta años juntos, más el tiempo del noviazgo, quizá ya antes fueran amigos... y aún siguen caminando dados de la mano.
  
Don Javier les atendió con mucho cariño. Estaba muy ilusionado con la celebración de dos personas que durante tantos años han permanecido fieles al amor. Sin embargo, como decíamos, era inexperto.

Mediada la conversación, el sacerdote les preguntó si aún se querían como el primer día. Pilar lo miró con ternura como imaginando que fuera su nieto mayor y le contestó llena de confianza: don Javier, ¡qué cosas tiene! ¿Cómo quiere que nos amemos igual que el primer día después de los hijos, las dificultades, los nietos, las enfermedades, discusiones, alegrías, proyectos? Si nos quisiéramos como entonces, seríamos muy tontos e infelices. ¡Nos queremos muchísimo más! Lo entiende, ¿verdad?

El matrimonio es mucho más que una solución legal para la soledad, para la descendencia del varón o para la protección de la mujer. Para los cristianos es el sacramento del amor, la escuela de la caridad, porque, como decía Pilar, día a día el afecto crece: a golpe de sufrimientos y alegrías compartidas, a fuerza de dificultades superadas.

El matrimonio es una vocación divina como ya os dije. Tan vocación –llamada personalísima de Dios– como la de un sacerdote, o una religiosa, o de quien permanece célibe por servir a Dios y a las almas.

«¡Cómo te reías, noblemente, cuando te aconsejé que pusieras tus años mozos bajo la protección de san Rafael!: para que te lleve a un matrimonio santo, como al joven Tobías, con una mujer buena y guapa y rica —te dije, bromista.
Y luego, ¡qué pensativo te quedaste!, cuando seguí aconsejándote que te pusieras también bajo el patrocinio de aquel apóstol adolescente, Juan: por si el Señor te pedía más» (San Josemaría)

También el camino de las personas casadas es exigente, de exclusividad. Hoy es más evidente que nunca la defensa que hace la Iglesia del matrimonio como un consorcio de un hombre y una mujer abierto a la vida y para toda la vida. Jesús no se dejó manipular por los preceptos legales de su tiempo: habló del matrimonio como amor auténtico, con todas sus consecuencias.

Nosotros queremos hacer exactamente lo mismo, y, aunque los hombres desconfíen de su amor y piensen que la fidelidad y la fecundidad son imposibles, seguiremos diciendo que el matrimonio es un camino de plenitud para los corazones de las mujeres y de los hombres. Es bueno que lo consideréis en vuestra oración. Sea para agradecer al Señor la familia en la que habéis crecido, sea para pedirle una fidelidad sin tacha en vuestra vida de amor.

Os digo lo que a mis alumnos de Xabec (colegio de formación profesional valenciano), cuando me expresan su incertidumbre para formar, en el futuro, un nuevo hogar: si vemos que tantos edificios familiares se vienen abajo habrá que esforzarse aún más por construir bien nuestro amor, nuestra familia y ayudar a los demás a  que hagan lo mismo. Esa es la clave del matrimonio: amar. Un amor sincero que se manifiesta en la entrega plena del uno al otro.

Recordad también el bellísimo canto al amor de la carta de San Pablo a los Corintios. El apóstol traza vigorosamente el camino esencial: el del amor auténtico. Un amor empapado de entrega que brota del corazón de una persona cuajada de valores humanos: “si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena …. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume, ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”

Nos dice Jesús en el evangelio: “¿Fuego he venido a traer a la tierra y qué quiero sino que arda?” Es el fuego del amor con el que Jesús llena los corazones de todos los que se acercan a Él. Es el fuego del amor de los esposos que se acercan a recibir la  gracia del matrimonio cristiano. Este sacramento concede claridad para entender el proyecto natural de Dios para todos los hombres y comprenderlo también como vocación cristiana: “Te seguiré Señor -dicen los esposos cristianos- desde mi familia, con mi familia”. El Señor bendice a los esposos y les concede  un cheque en blanco: la promesa de recibir toda la luz y la fortaleza de Dios (la gracia) para que el amor esponsal crezca de día en día y, como fruto de ese amor, se reciban generosa y responsablemente los hijos que Dios se digne conceder y también para que sean la luz del mundo que recuerde a los demás los valores familiares.

No olvidéis nunca esta responsabilidad apostólica. Al ascender a los Cielos, el Señor deja un puñado de discípulos. Un par de siglos más tarde, los cristianos inundan el imperio romano.

Es indudable la importancia de la predicación de los Apóstoles y sus sucesores. Pero una clave esencial para esa expansión apostólica fueron las familias cristianas.  Los paganos se admiraban al contemplar a los discípulos de Cristo: “mirad como se aman”. Las familias romanas -con graves problemas, semejantes a los actuales- recuperaron los valores familiares con el ejemplo y la palabra de los cristianos.

El Señor espera que, con vuestra oración, con vuestros deseos sinceros de amor y de fidelidad, con vuestra palabra y con vuestro ejemplo, ayudéis a propagar esa verdad esencial que Él vino a traer a la tierra,  sobre el amor humano y la familia, y que no cesa de recordar a través de su Iglesia.

Invoquemos a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra. Sobrada experiencia tenemos que Ella no nos deja nunca. En los momentos de dificultad, de tentación y de desaliento no nos abandona. Como en las bodas de Caná, Santa María no dejará nunca de ayudaros.   Con Ella, el agua de vuestra debilidad se convertirá en el amor y la fidelidad que tan fervientemente deseáis ahora. Que así sea.

Juan Ramón

Las cuestas de la vida

“Cierta vez estando de viaje, me tocó subir escaleras y más escaleras a través de un trecho larguísimo y sumamente empinado que parecía no tener fin. 

Un puñado de respuestas

Recientemente un amigo me planteó cuestiones variadas. Dado su interés reproduzco mis respuestas que pueden ayudar a todos. No reproduzco su carta pues mi discreción en la correspondencia es completa.

Un puñado de respuestas

                               Te agradezco tu sinceridad y afecto. No necesito decirte que te respeto porque eso, de mi parte, lo has experimentado siempre en conversaciones directas y a través de los correos en los que comparto contigo mis trabajos y reflexiones.

                               Vaya por delante que me encanta el diálogo y el contraste de pareceres. Es mi planteamiento habitual en el trato con la gran variedad de personas que trato, creyentes o no, que me buscan por mi talante abierto y  mi amplio espectro cultural y mi experiencia: voy camino de los 66 años.

                               Como sabes, soy físico electrónico, y apasionado de la mecánica cuántica, de la astrofísica y del origen del universo. También soy filósofo y amante de tratar de llegar, con la sola luz natural de la razón, a las profundidades más recónditas de la sabiduría humana.  Por último soy sacerdote y teólogo. No me he conformado con los estudios sacerdotales que en su día hice. Trato de profundizar con la luz de Dios y de mi entendimiento en las Verdades que Jesucristo ha revelado.

                               Como ves, soy amante de la belleza de la verdad y de la sabiduría. Y cada vez más soy consciente de que en esta vida solo se puede ser principiante en el conocimiento de la verdad. Me encanta el diálogo sosegado y sereno que ayuda a todos a avanzar hacia la verdad en cualquier ámbito. 

                             Después de este preámbulo me parece oportuno recordar que los 400.000 sacerdotes católicos del mundo no somos unos simples funcionarios de la Iglesia Católica. El año que viene se cumplirán los 50 años del momento en que experimenté que Jesús se metía en mi vida, se me entregaba por completo y me pedía que le correspondiera.  Desde los 16 años y medio decidí dedicar mi vida a los demás desde la mañana a la noche.

                               La llamada al sacerdocio se materializó en Roma años más tarde. Como todos los demás, recibí el sacramento del orden instituido por Jesucristo en la Última Cena.  Por ese don los sacerdotes somos configurados con Cristo y recibimos su oficio de ser pastores, maestros y dispensadores de los misterios de Dios.

                               ¿Qué doctrina enseñamos? El evangelio de Cristo. ¿Qué doctrina enseña la Iglesia con sus pastores? El evangelio de Cristo. ¿Qué doctrina viven y enseñan todos los cristianos? El evangelio de Cristo.
                               El Opus Dei, las Comunidades Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Los Focolares y los Grupos Carismáticos son las instituciones de la Iglesia que  más presencia tienen en la Iglesia. ¿Qué doctrina tienen? El evangelio de Cristo. No tenemos otra.

                               Jesucristo afirmaba: "Yo soy el Camino, la Verdad  y la Vida.  El que acierta en su vida y es feliz es el que escucha mis palabras y las pone en práctica. Id y enseñad a todas las gentes la Buena Nueva. Yo soy la Luz de mundo y vosotros, mis discípulos, también lo sois. Y la luz no se pone bajo la mesa sino sobre el candelero. Brille así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen  a vuestro Padre que está en los Cielos.".

                               ¿Qué encierra el Evangelio? Recuerda la ley natural, impresa en la naturaleza humana, desde su origen. Y además hace a los hombres y mujeres  hijos de  Dios y les da la ley evangélica nueva: amor a Dios a quien se reconoce como Padre y amar al prójimo como Jesús nos ha amado. Los medios fundamentales para ser cristianos radican en la Palabra de Dios, y los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía que restañan nuestra debilidad y nos dan la fortaleza de Dios al recibirle sacramentalmente.

                                Jesucristo no pasó de largo nunca delante de nadie.  En todas partes propuso (que no impuso) la Verdad que traía al mundo. A los discípulos les mandó imperativamente que propusieran a todos y en todas partes el evangelio. Y que les conocerían por el amor que se tenían y derramaban por todas partes.

                               Comprendo que cuando se ve la eficacia profesional y apostólica de los cristianos y no se comprende que Jesús está con ellos -dando la eficacia de sus trabajos- se busquen otro tipo de explicaciones.
                               Te decía que el Opus Dei enseña el evangelio de la Iglesia Católica. Se puede decir que su característica peculiar es tratar de vivirlo con plena sinceridad: destacan en su vivencia: la filiación divina, el trabajo profesional, la familia y la coherencia de vida.

                               Si te dieras una vuelta por los lugares en los que trabajo: la parroquia, el colegio Xabec y la asociación juvenil Dardo, que aglutina a trescientas familias, desaparecerían tus dudas por ensalmo.
                               Me refiero ahora a Xabec. Como sabes, los ciclos de reglada empezaron en 2006. Hace cuatro años pusimos en marcha el Inn Main, una asociación internacional que aglutina 18 centros de formación profesional de nuestra área (el mantenimiento industrial) de 12 países distintos.  En ocho años hemos puesto a nuestro centro en la élite de la formación profesional. Somos pioneros en la formación dual y con los cursos de capacitación del Servef (servicio valenciano de empleo y formación) llegamos a infinidad de parados e inmigrantes llegados en pateras.

                              El Inn Main tiene encuentros para fomentar el  intercambio de profesores y alumnos y poner en marcha proyectos educativos subvencionados por la UE. Pues bien, en un reciente encuentro en Valencia nuestros socios del Inn Main se quedaron asombrados.  Al contemplar todo lo anterior y el clima del centro: la armonía entre profesores, junta directiva, alumnos, padres...se asombraban. "¿Cómo habéis conseguido esta excelencia profesional y humana en tan poco tiempo? -nos decían- Nos parece un sueño, hecho realidad. Ya quisiéramos tener esta calidad humana en nuestros centros" .

                               Les respondimos que lo hemos  conseguido con nuestro ideario cristiano y les dijimos que el corazón y motor de nuestro centro es la capilla del colegio: Tenemos a Dios en el sagrario. Ante tal afirmación, al visitarla, se sentaron todos en los bancos. La mayoría de ellos agnósticos, ateos o cristianos no practicantes. Y permanecieron un rato pensado en su experiencia en Xabec. Algunos han empezado a acercarse a la fe cristiana.

                               Como ves, el evangelio del trabajo, cuando se aplica, produce unos frutos asombrosos. Con el ejemplo, los valores humanos y cristianos se difunden entre profesores (sólo ocho son del Opus Dei, incluyendo los tres de la junta directiva) y alumnos. Xabec es conocido en las empresas valencianas por la buena cualificación profesional y valores humanos de nuestros antiguos alumnos.

                               El mundo está sembrado de iniciativas solidarias promovidas por el Opus Dei en los cinco continentes.  Con ocasión de la beatificación de nuestro anterior obispo, Álvaro del Portillo, en septiembre pasado en Madrid, tuvo lugar un pequeño congreso que repasó la principales iniciativas solidarias fomentadas por él durante su vida. En su día te envié un enlace para que echaras una ojeada.

                               Como ves, basta  con visitar cualquier centro solidario (todos lo son) del Opus Dei para que uno calibre la importancia de su labor mundial de promoción humana. Por lo demás eso mismo podemos decir de los centros de las demás instituciones cristianas y de todas las parroquias españolas. En estos años de crisis, centenares de miles de personas han sido socorridas en sus necesidades de todo tipo: alimenticias, de vestido, de alojamiento, de tratamiento médico, etc. Las labores asistenciales de la Iglesia Católica en España ahorran al estado unos 30.000 millones de euros.

                               Esa caridad vivida eficazmente y la alegría que tenemos y compartimos mueven a la fe cristiana a muchas y muchos de los que se acercan a cualquier institución cristiana. Hay muchas personas que se abren a la luz de evangelio en todas las comunidades. En la parroquia hemos tenido recientemente la alegría de bautizar a dos jóvenes chinos residentes en la ciudad.

                               Un tema que requiere una reflexión para otro día es el de los principios éticos naturales insertos en el corazón humano. Lo que se ha venido llamando desde siempre la ley natural. Dos buenas referencias históricas son los principios éticos de los egipcios (ver AQUÍ) y la ética a Nicómaco de Aristóteles.  La reflexión conduce a que son principios no recibidos desde fuera de la persona por educación sino insertos en la naturaleza desde su nacimiento (por así decir están en los genes humanos). Se descubren con el autoconocimiento. 

                               Eso se engarza con las tablas de la ley recibidas por Moisés, mandamientos que Jesucristo confirma indicando que esos principios estaban en el corazón humano desde el principio. El objeto de su revelación en la Sagrada Escritura es facilitar su conocimiento que, a veces no es fácil conseguirlo a causa de nuestra debilidad.

                               En cuanto a la manifestación en defensa de la vida. Estaba promovida por varias asociaciones ciudadanas que, desde hace años, defienden la familia, la mujer y la vida. A mi juicio, con buen tino, evitan que ningún grupo político y religioso tenga protagonismo  en estos actos porque la defensa de estos valores esenciales es patrimonio de todos. Es el suelo sobre el que todos los ciudadanos vivimos. La crisis familiar universal hace, si cabe, más importantes todas las iniciativas ciudadanas orientadas a defenderla.

                               De los homosexuales solo decirte que tienen todo el aprecio de la Iglesia  Católica. El Catecismo recoge en un punto muy amplio la atención que les dispensa. Personalmente tengo conocidos y amigos homosexuales. La estima es mutua por ambas partes.
                              
                               Como te será fácil comprender, mi alegría es máxima cuando charlo amigablemente con Jesús  y le tengo en mis manos todos los días. En confidencia te diré que siento cómo coge todos los días este pobre corazón que tengo y me entrega un corazón nuevo para acoger, escuchar, comprender y ayudar a los demás. 

                                                 Juan Ramón


¿A DONDE SE HA IDO DIOS?


 Hace más de cien años, un escritor ateo presentaba una escena aún hoy desgarradora. Describía a un hombre entrando con un farol en una gran plaza, diciendo a voz en grito: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!... ¿Adónde se ha ido Dios? ... Os lo voy a decir... ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le hemos matado!... Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos». Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y le miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos, y se apagó. «Vengo demasiado pronto –dijo entonces–, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres»[11].
Muchos, leyendo estas líneas, han perdido la fe. Y, después de tantos años, casi podría parecer que el momento que anuncian ha llegado por fin: Dios, para mucha gente, no significa nada. Lo sabes bien, porque, si eres reconocido como cristiano, notas con qué extrañeza te miran. Lo ves a diario. Lo experimentas. Lo aprecias en tus compañeros. Luchas todos los días –con tu conducta alegre y normal– por hacer comprensible el nombre de Dios y de la Iglesia. Con todo, es un hecho que casi todos entienden casi nada.
Pareciera que se ha cumplido la profecía de Nietzsche, como si ya no quedara nada de sagrado, y lo religioso no fuera sino una reliquia pasada. Han hecho de Dios un concepto vacío.
¡Pídele al Señor con insistencia que se haga presente en nuestro mundo! ¡Que venga en nuestra ayuda y la de tantos hombres! Así te prepararás mejor para Pentecostés: implorando su presencia y rezando. Medita la primera estrofa de la secuencia al Espíritu Santo. Apréndela de memoria. Dila muchas –muchísimas– veces, como para contrarrestar la putrefacta profecía de la muerte de Dios:

Ven, Espíritu Divino,
Manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido,
luz que penetras las almas,
fuente del mayor consuelo.

Piensa que, cuando un hombre deja de creer en Dios –lo decía Chesterton–, pasa a creer en nada, y entonces es peor, porque se puede creer cualquier cosa. Nuestros compañeros de estudio o de trabajo, en su mayoría, tienen un poco de alergia a todo lo que suene a religioso, y muy especialmente a lo que huele a cristiano.
Se interpreta a la Iglesia católica como la portadora de un mensaje estrecho, contrario a la libertad; y la existencia de Dios y de Jesucristo se pone en tela de juicio.
Toca responder. Toca ser valientes. Toca ser mujeres y hombres que se fían de Dios, que invocan al Espíritu Santo que habita dentro de ellos. Valientes. Audaces, con verdadera fe. Lo primero es rezar: ¡Ven, Espíritu Divino!
Solo podremos transmitir la alegría de ser discípulos de Cristo si somos capaces de adoptar una actitud positiva ante lo que nos rodea. Con «espíritu de queja» será muy difícil que Dios vuelva a hacerse presente en el mundo. El Espíritu Santo es el gran «SÍ» de Dios: es el Amor de Dios, que se desborda y llena el mundo y los corazones. Decir un «sí» a Dios significa decir un «sí» grande al mundo, porque vivimos justamente en el lugar donde Dios quiere.
Este es nuestro punto de partida. Un «sí» redondo. Un «sí» grande. Un «sí» enorme. O sea, personas humanamente positivas: suficientemente sobrenaturales para poder convivir con las circunstancias que nos rodean, tantas veces ajenas a Dios. Seremos también personas plenamente espirituales, y justamente por eso cien por cien humanas. Y sabremos disfrutar como el que más con la música, la moda, los gustos y el deporte, siempre que no sean contrarios a la ley de Dios.
¡Así nos quiere el Señor!, ¡así somos los cristianos! Hombres y mujeres llenos de vitalidad. Atractivos. Que visten bien, que gustan de lo bueno. Amantes de tantas cosas fantásticas que hay en el mundo: bien fijos en la entraña de la tierra. Los pies en el suelo. Procura, por favor, no ser –en la medida de lo posible– de otro planeta, y eso, sobre todo, por amor a Dios, que es providente.
Espíritu Divino, ¡manda tu luz desde el cielo! Un primer propósito: pídele al Espíritu Santo ser una persona luminosa y alegre.

Para transmitir esa luz, no basta sonreír o tener una apariencia agradable. Nada más áspero que la conocida sonrisa falsa. Una sonrisa, si es todo y solo forzada, es como mentirosa, porque el resto del cuerpo, de la palabra, de las posturas... la desmienten. Eso, discúlpame, puede producir cierta alergia.
Para volver a hacer a Dios presente en nuestros ambientes, para que venga el Espíritu Santo de un modo nuevo (¡Ven, Espíritu Santo!),tenemos que ser capaces de hablar desde el centro mismo de nuestra existencia. Piensa que, si quieres tocar el corazón de los otros, primero tendrás que cambiar tu propio corazón; y eso es algo que hará contigo –si le dejas– el Espíritu Santo.
Métetelo en la cabeza. No puedes funcionar solo por la fuerza. No puedes crecer solo a base de puños. La vida cristiana no es tanto un esfuerzo sin límite como una gracia sin medida. El Espíritu Santo es capaz de cambiar nuestro pobre corazón, porque Él penetra en las almasy es fuente del mayor consuelo.
Fomenta el trato con la Tercera Persona de la Santísima Trinidad hablando con Él muchas veces al día, ¡llamándole!, y pídele que te conceda una sonrisa auténtica que muestre tu particular convicción en la verdad y en el amor de Dios.
EVANGELIO
San Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: —«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios».
Les contestó Jesús: —«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Fulgencio Espá, Con El, 13 mayo

[11] F. Nietzsche, La gaya ciencia (1887), Palma de Mallorca 1984, n.255 (cit. en J. Burggraf, La transmisión de la fe en el postmodernismo: en y desde la familia) en http://www.conoze.com/doc.php?doc=8948#n1.

La persecución de los cristianos

1. Jesús nos advierte de la persecución para que suframos menos. 2. La persecución silenciosa de este siglo. 3. La persecución durará hasta el final de nuestras vidas: grandeza de alma.

1. Quizá sea signo de mentalidad conservadora o tan solo un modo de ganar siempre y encontrar, al menos, un consuelo. Me refiero a la costumbre que tienen algunos de apostar siempre por la derrota de su equipo favorito. Componen el siguiente constructo en su imaginación: si mi equipo gana, estaré contento; si pierde, al menos ganaré la apuesta.
Existe una cierta tendencia humana a ponerse siempre en lo peor. Se ve en este ejemplo, y es igualmente real cuando se trata de hacer una maleta. Comienzas por lo fundamental, lo que vas a usar, y poco a poco el equipaje se va llenando de cosas superfluas, por esa maldita manía de ponerme en lo peor. Lo que era accesorio se convierte en esencial, por si acaso llueve, por si acaso me veo en una situación donde deba ir más elegante... y, así, a poquitos, el volumen del equipaje sobrepasa el límite de peso de la compañía más benévola y acaba por exigir la presencia de algún hermano fuerte y bien dispuesto que haga el favor de cerrarla con esfuerzo... y todo por un conjunto de prevenciones que la mayor parte de las veces nunca ser harán realidad.
Es natural que uno quiera estar preparado para todo, y especialmente para lo peor. Disponerse para las cosas malas es una reacción humana natural, porque prever lo difícil y lo doloroso hace que, cuando llega, cueste mucho menos. Sin embargo, hay un solo dolor que el corazón humano no puede soportar: la desesperanza. Dicho de otra manera, la falta de esperanza puede acabar con el hombre más cabal o con la mujer más perfecta, porque ella solita es capaz de matar al amor. ¿Cómo podremos, entonces, prevenirla?
Un buen método consiste en tener noticia de aquello que me hace –o me va a hacer– daño y saber cuánto va a durar. Piensa que las situaciones más dolorosas son las que llegan de improviso o bien aquellas que se prolongan indefinidamente en el tiempo: ambas acaban minando la esperanza, y entonces sí que se sufre de verdad.
Jesucristo quiere que, si un día nos persiguen por su nombre, no nos pille desprevenidos, para que nuestra esperanza permanezca incólume. Si un día te ningunean por ser un hijo de Dios, o un cristiano auténtico, o miembro de una familia numerosa, o por no querer cometer determinados pecados contra la fidelidad a tu esposa o a tu esposo (¡a tu Dios!)... entonces, cuando seas perseguido, recuerda las palabras de Cristo en el evangelio de hoy: «si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. (...) Recordad lo que os dije» (Jn 15, 18.20).

2. Era en un pueblecito de la italiana provincia del Lazio. Don Carlos había sido invitado a comer por una familia de campo: solo asistirían los padres porque los dos hijos, ya mayores, excusaron su presencia por diversas razones. Hablaron de todo un poco. Ya en el café, la señora comentó con sorpresa cómo su vecina esperaba el octavo hijo y exclamó jocosamente: «¡Esa mujer parece una incubadora!».
El comentario hirió los oídos del sacerdote más que una daga afilada y, sin mediar un segundo, replicó: Señora, yo soy el pequeño de dieciséis... y mi madre no es una incubadora; es una verdadera mujer, de pies a cabeza: mujer y madre.
La situación se había puesto tensa, con el consiguiente sonrojo de la buena campesina, que se descompuso en mil disculpas después de tan desafortunado comentario.
La persecución que sufrimos hoy –al menos en los países occidentales– no consiste en la búsqueda y captura con el fin de dar muerte a los cristianos. El evangelio que anuncia la persecución se cumple hoy en esa caza silenciosa de la crítica, de la mofa, de la burla, del sarcasmo.
Este acoso se concreta en la exclusión de cristianos de determinados puestos de trabajo (jueces, médicos, farmacéuticos, abogados); en el rechazo a la maternidad, en la mofa de la virginidad antes del matrimonio o de las relaciones sexuales limpias y abiertas a la vida, en la incomprensión a la vocación al celibato o a la vida consagrada... Es precisamente en estos campos donde en el siglo XXI se persigue a los cristianos.
Ante este panorama, ¿qué puedes hacer tú? Ofrece al Señor tanta incomprensión, que probablemente experimentes aun con personas muy queridas –¡incluso en tu familia, entre tus compañeros!–. Habla con Él de las situaciones que te han hecho sonrojar o de aquellas otras donde no fuiste capaz de responder auténticamente: te dio miedo. Dile que quieres ser suyo, que quieres dar testimonio, que quieres ser valiente, que quieres ponerte siempre de su parte porque, además, conoces la promesa del Maestro: «quien se pone de mi parte delante de los hombres también yo me pondré de su parte delante de mi Padre del cielo».

3. Jesús nos advierte del peligro futuro –la persecución– pero no nos dice si se prolongará o no durante mucho tiempo, si será larga o corta. No nos dice: estad preparados, porque la persecución será dura, poco a poco os quitarán cosas: primero la fama, luego los bienes (y antes de nada el teléfono móvil touch screen que te acabas de comprar), más tarde os separarán de vuestra familia y finalmente os quitarán la vida. Esta persecución durará treinta y dos meses y tres días, pero luego seréis liberados de tal o cual manera...
El Señor no nos ha dicho nada de eso. Sin embargo, nos ha dado alguna pista para que sepamos a qué atenernos: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15, 20); y a Jesucristo le persiguieron hasta el final de su vida, causándole la muerte. Por eso, podemos pensar que nuestra persecución –en esas cosas pequeñas o en otras mayores– durará hasta el final de nuestras vidas. Y así, aunque las dificultades no pasen, no debemos perder la esperanza: «No es el siervo más que su amo».
Grandeza de alma para saber soportar con alegría y amor las dificultades. Son estos tiempos de crisis, y en ellos demostremos al resto de los hombres –como decía san Ignacio de Antioquía– que el cristianismo no es obra de persuasión, sino de grandeza de alma. La magnanimidad (magna-anima) de quien no espera tener algún día una casa grande –con piscina y jardín– y un Jeep para ir a esquiar, sino que tiene la inmensa y firme esperanza de alcanzar el Amor Supremo, un Amor que no envejece ni se acostumbra a amar, una felicidad que no pasa, una alegría mayor que la de descender fluidamente por una pista alpina que nunca termina... Demostrémoslo brillando con nuestra paciencia y buen humor. Convenzamos a los demás con la palabra de nuestra caridad. ¿O de veras crees que ha existido alguien en la historia más feliz y más alegre que María?

Fulgencio Espá, Con El, 4 de mayo
EVANGELIO
San Juan 15, 18-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

ABRAHÁN Y ULISES



     Son dos personajes famosísimos. Uno de la historia, otro de la literatura. Contemporáneos. Muchos siglos antes de Cristo. Abrahán y Ulises. En el fondo, dos modos de vivir.
Ulises representa la lucha. Este héroe griego tuvo que batallar contra miles de dificultades. Puso en juego toda su fuerza, y consiguió sobrevivir a innumerables peligros: los maléficos cantos de las sirenas, la enconada lucha con Polifemo... Ulises peleaba por recuperar a su esposa y a Telémaco, su hijo. Ulises es fuerte y astuto, así que no se deja vender fácilmente: sabe que puede triunfar sobre dioses y hombres. Es poderoso y valiente.
Sin embargo, toda su fuerza no le sirvió para vencer a su trágico destino. La historia de Ulises está llena de confusión, muerte, sin sentido y vacío.
Mientras que Ulises es un personaje de la literatura griega, Abrahán es una figura histórica, que vivió en Ur de Caldea y acabó por ser padre de un pueblo numeroso como las estrellas del cielo: Israel.
Abrahán no representa la fuerza, como Ulises, sino la capacidad de escucha. Abrahán supo escuchar. Un día oyó en su corazón la llamada de Dios que le mandaba salir de su tierra para caminar hacia otro lugar que Dios le daría: Abram, Abram, vete de tu tierra y de tu patria, de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré... (cfr. Gn12, 1-2).
La vida de Abrahán no se fundamentó sobre la fuerza y el amor propio, sino sobre la experiencia de una voz interior e imperiosa que le llamó. Abrahán se fió de Dios y de su llamada, que resonaba en el fondo de su alma y le reclamaba una obediencia total. Mucho antes que mis propios pensamientos –pensaría Abrahán–, mucho antes que mis propias decisiones, está Dios mismo llamando a una filial obediencia.

Ulises: la fuerza, la astucia, el empeño, los puños, el agotamiento... y, al final, la desolación de poner toda la esperanza humana en la obra de las propias manos. Así viven muchos contemporáneos nuestros: ganar dinero, ser el mejor, despuntar en todo, no fallar nunca, la mejor inteligencia, el cuerpo más esbelto, el pelo más bonito... un perfeccionismo criminal.
Frente a Ulises, Abrahán: la confianza en Dios, el abandono, la escucha, la obediencia. Vivir de la confianza en Dios, esperar en Él; poner todo el empeño en hacer las cosas bien, pero sabiendo siempre que todo depende de Dios; no perder nunca la calma y saber escuchar siempre a nuestro Padre del Cielo.
Dos modelos de vida, dos modelos de conducta. ¿Ulises? ¿Abrahán? ¿Confiar solo en uno mismo o confiar sobre todo en Dios?
Un consejo: No pongáis vuestra esperanza en las obras de vuestras manos.
Enfocamos nuestra vida –todo el rato– conforme a nuestros planes. Nuestra imaginación está constantemente planificando el día, para hacer más y más cosas. Nuestra memoria nos recuerda constantemente el eco que tuvieron nuestras obras: si fuimos aceptados o acertados en aquello que hicimos, si nos aplaudieron o nos abuchearon, si gustamos o quedamos fatal. Finalmente, nuestra inteligencia razona todo el rato cómo conseguir más, como ser más, como crecer más, empleando cualquier medio que sea necesario. Estamos a gusto en la medida en que nos salen bien las cosas y a disgusto cuando las cosas no van como nos parece...
Como diría Jesús, esto también lo hacen los paganos. ¿En qué se diferencia tu vida de creyente? ¿Te fías verdaderamente de Dios?

Una vida pendiente de lo que somos capaces de hacer. Activismo. Eficiencia. Eficacia. ¿De veras quieres creer en eso? Piénsalo: uno no vale lo que es capaz de hacer, es mentira. Uno no vale lo que pesa su inteligencia, uno no vale lo que revela su cuerpo, unono vale lo que transparenta su belleza. El valor fundamental de la persona humana es el amor que Dios nos tiene a cada uno. Por eso somos capaces de amar a los demás, también cuando hacen cosas mal, o cuandono son el número uno, o cuando no son los más guapos ni las más guapas. Les queremos porque sabemos que son hijos de Dios y dignos de nuestro amor, independientemente de lo que tengan o de lo que hagan.
Hay un lugar muy concreto para aprender esta lección de amor de Dios: la Eucaristía, escuela de confianza en Dios. En ella recibimos el pan del cielo, don anterior a toda capacidad propia, regalo que supera cualquier disposición nuestra. Lo dice Jesús en el evangelio de hoy: Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. En la Eucaristía reconocemos el significado verdadero de la palabra gratuito: Dios nos da algo que está muy por encima de nuestras posibilidades. Dios se da a Sí mismo
La Eucaristía es un don del cielo que nos enseña a vivir según la mentalidad divina, a fiarnos de Dios. ¡Qué importante que nuestra vida la guíe el hambre del Don del cielo! Vivir y fomentar el amor a la Eucaristía es el mejor modo de aprender a vivir por un amor que no pasa. Nuestras acciones son efímeras, tienen fecha de caducidad. Hacemos algo y enseguida estamos deseando llevar a cabo un nuevo proyecto. Incansablemente activos. Eso está bien, si existe un deseo de algo mayor: el deseo del pan eucarístico y del mismo cielo.
Cuando recibimos al Señor en la Eucaristía, aprendemos a vivir de Dios, a vivir con Dios y a escuchar a Dios. Comulgamos... y ya no hay que pensar ni planificar nada más. Manda Él, como en la vida de Abrahán. Hemos llegado donde había que llegar. Con Dios. Con Él; en Él abandonamos todas nuestras cargas; comulgamos y renovamos nuestra confianza en Dios, nos acercamos al Don celeste, el Pan que sacia toda hambre, pacifica todo corazón, aquieta toda alma.
Si somos capaces en ese momento de poner nuestra confianza en Dios... ¡cuánta paz en el corazón! Una paz insustituible, que es imposible encontrar en ninguna realización material o profesional.
¡Señor –decimos con los discípulos–, danos siempre de este pan! (Jn 6, 34).
EVANGELIO
San Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: —«¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». Jesús les replicó: —«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: —«Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: —«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».

Fulgencio Espá. Con Él, 16 de abril