IV Recibid el
Espíritu Santo. Os conviene que Yo me vaya... os enviaré al Consolador
Leemos en primer lugar el texto de San Juan indicado para esta catequesis:
Leemos en primer lugar el texto de San Juan indicado para esta catequesis:
Ahora
voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? Pero
porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; más yo os
digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no
vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré. Y cuando venga El,
argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio: de pecado, porque no creen
en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me veréis; de juicio, porque
el príncipe de este mundo ya está juzgado. Todavía tengo que deciros muchas
cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de
la verdad, os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino
que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir.[1]
¡Qué
difíciles de comprender debieron ser estas palabras para los discípulos!
¿Podría haber algo mejor que la compañía constante del Maestro? Deberían
esperar a Pentecostés para empezar a darse cuenta. Recordemos la escena.
"Al cumplirse
el día de Pentecostés, estando juntos en un lugar, se produjo de pronto un
ruido proveniente
del cielo como el
de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en
que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se
posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu
Santo" [2]
La
venida del Espíritu Santo es el cumplimiento de una de las promesas que hizo el
Señor a sus discípulos y que están recogidas en el Evangelio. Las palabras que
acabamos de leer:"Os conviene que yo me vaya. Porque si no me fuere, el
Abogado no vendrá a vosotros; pero, si me fuere, os lo enviaré" [3]. Otras promesas: "El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el
último día" [4]"Yo
estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo" [5]"Vosotros, pues, ahora
tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie
será capaz de quitaros vuestra alegría" [6]
Después
de la Ascensión, los Apóstoles prepararon la venida del Espíritu Santo, según
cuenta San Lucas en Los hechos de los Apóstoles: "Todos éstos perseveraban
unánimes en la oración" [7]
La
Tercera Persona de la Santísima Trinidad transformó a los discípulos del Señor.
Los evangelistas no ocultaron su miedo, sus respetos humanos, que estaban
escondidos por temor a los judíos... Y el mismo día de Pentecostés predican
ante la muchedumbre, hablan de Cristo a miles de personas.
"Residían en Jerusalén judíos
varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el
cielo, y habiéndose corrido la voz, se juntó una
muchedumbre, que se quedó confusa al oírles hablar
cada uno en su propia lengua. Estupefactos de admiración, decían: Todos estos que hablan, ¿no
son galileos? Pues ¿cómo nosotros los oímos cada
uno en nuestra propia lengua, en la que hemos
nacido? Partos, medos, elamitas, ls que habitan
en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y
Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes
de Libia que están contra Cirene, y los forasteros
romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes,
los oímos hablar en nuestra propias lenguas las
grandezas de Dios. Todos, fuera de sí y
sorprendidos, se decían unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Otros, burlándose, decían: Están cargados
de mosto"[8]
La
misión apostólica que empezaron a realizar los discípulos el día de Pentecostés
es la desempeñada por todos los cristianos a lo largo de los siglos y la tarea
espléndida que tenemos en nuestras manos. Sabemos que esa misión tendrá un
fruto extraordinario: el que San Juan, impulsado por el Espíritu Santo,
describe en el Apocalipsis.[9]
¿Cuál
fue el secreto de Pentecostés? La docilidad de los primeros cristianos. Ahora
tenemos al Santificador con la misma presencia amorosa y santificadora que
entonces. Seamos dóciles para recibir al Espíritu Santo y sus dones. Fijémonos
en el cambio producido en los Apóstoles. Y recordemos brevemente el contenido
de los dones que el Espíritu Santo derrama sobre ellos:
* Don de sabiduría: antes no gustaban las cosas de Dios, ahora sí. Este
don nos ayuda a saborear las cosa de Dios.
* Don de entendimiento: antes no entendían muchas cosas sobre el Señor,
ahora las comprenden. Este don nos ayuda a entender mejor las verdades de
nuestra fe.
* Don de consejo: antes no sabían aconsejar bien, ahora saben decir a
los que les escuchan qué han de hacer para abandonar su mala vida y orientarse
definitivamente hacia Dios. Este don nos ayuda a saber lo que Dios quiere de
nosotros y de los demás.
* Don de fortaleza: antes tenían miedo, ahora hablan con audacia y sin
temor. Este don nos da fuerzas y valor para hacer las cosas que Dios quiere.
* Don de ciencia: antes eran incultos e ignorantes, ahora hablan
lenguas extrañas. Este don nos enseña cuáles son las cosas que ayudan a caminar
hacia Dios
* Don de piedad: antes no eran piadosos se duermen en el Huerto
de los Olivos, no rezan , ahora actúan como hijos de Dios. Este don hace que
amemos más y mejor a Dios y al prójimo.
* Don de temor de Dios: antes no cumplían siempre la voluntad de Dios,
ahora sí. Este don nos ayuda a no ofender a Dios cuando flaquee nuestro amor.
El
Espíritu Santo actúa dentro de nosotros: no poner obstáculos a su acción en
nuestra alma. De modo especial, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra
flaqueza, cuando rezar es difícil. "Porque nosotros no sabemos pedir lo
que nos conviene; pero el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos
inenarrables" [10]La intercesión del
Espíritu Santo dentro de nosotros no es menos divina que la de Cristo desde el
cielo.
Despojarnos
del "hombre viejo". Juventud espiritual. El Espíritu Santo nos enseña
que, aunque pasen los años, podemos conservar la juventud espiritual y
acrecentarla. Nuestro testimonio cristiano debe ser siempre joven. Un verdadero
testigo de Cristo no envejece nunca, porque Cristo no envejece nunca, es el
mismo "ayer, hoy y siempre"[11]. Cristo nos da el
Espíritu Santo, que nos rejuvenece espiritualmente y mantiene a la Iglesia en
una permanente juventud.
Tratar
a Dios Espíritu Santo. Que esta Persona Divina no sea un desconocido para
nosotros
Acudamos siempre a
esta Persona Divina: "Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame
siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo
callar, lo que debo escribir, cómo debo actuar, lo que debo hacer para procurar
tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación, y ayúdame a
seguirlo" [12]
Nos dirigimos al Espíritu Santo con esta
oración de San Agustín:
Alienta en mí, Espíritu Santo, para pensar
cosas santas.
Inspírame, Espíritu Santo, para hacer cosas
santas.
Atráeme, Espíritu Santo, para amar las cosas
santas.
Fortaléceme, Espíritu Santo, para defender las
cosas santas.
Protégeme, Espíritu Santo, para no verme nunca
despojado de las cosas santas.
En
el día de Pentecostés tiene lugar el nacimiento de la Iglesia, que es santa y
tiene los medios de santificación. Santa a pesar de estar formada por miembros
pecadores como somos tú y yo. Purifiquemos constantemente con la gracia divina
a través de la Penitencia y la Eucaristía. Y busquemos la santidad cristiana, a
pesar de nuestra debilidad.[13]
La
Iglesia está muy relacionada con el Espíritu Santo. La Iglesia es como una
nave. Ha sido construida por el propio Jesucristo, quien designó por pilotos a
los Apóstoles y por comandante a San Pedro. Los fieles somos los marineros; contamos
con los Sacramentos, las virtudes cristianas y la Cruz. El viento favorable que
la lleva al puerto es el Espíritu Santo.
En
una de sus homilías dijo el Papa Juan Pablo II: "Cristo no ha dejado a sus
seguidores sin guía en la tarea de comprender y vivir el Evangelio. Antes de
volver a su Padre prometió enviar su Espíritu Santo a la Iglesia. (...) Este
mismo Espíritu guía a los sucesores de los Apóstoles, vuestros Obispos unidos
al Obispo de Roma, a quien se le encargó mantener la fe y 'predicar el
Evangelio a toda criatura'. Escuchad su voz, pues os transmiten la palabra del
Señor".
Momentos
difíciles. Tiempo de prueba. "Creíamos que después del Concilio vendría un
día de sol para la historia de la Iglesia, pero en cambio ha llegado un día
nublado, tormentoso, oscuro, lleno de búsquedas e incertidumbres y no resulta
fácil transmitir la alegría de la comunión"[14]
Pero
fe en la Iglesia. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella". Dijo Pío IX cuando convocó el Concilio Vaticano I: "En un
Concilio hay siempre tres períodos: el del diablo, que trata de complicarlo
todo; el de los hombres, que trata de confundirlo; y, por último, el del
Espíritu Santo, que todo lo aclara". Pidamos a Dios que llegue pronto este
tercer período del Concilio Vaticano II, para que las aguas vuelvan a su cauce,
para que la tormenta se vaya, para que empiece un nuevo amanecer que disipe las
tinieblas del error y de la confusión.
Renovemos
el amor y la fidelidad a la Iglesia. "Ser fieles a la Iglesia es también
vivir en íntima comunión con los Pastores puestos por el Espíritu Santo para
regir el Pueblo de Dios; es aceptar con docilidad su Magisterio; es dar a
conocer sus enseñanzas. Ser fieles a la Iglesia es no dejarse arrastrar por
doctrinas e ideologías contrarias al dogma católico" [15]
"La
Iglesia es una Madre fuerte, hermosísima y sin mancha ni arruga, aunque en
estos tiempos algunos se empeñen en afearla tanto y llegue a parecer vieja y
sin fuerzas. Hemos de amarla particularmente, más que nunca, y amar también al
Romano Pontífice, a los Sucesores de Pedro, Vicarios de Cristo"[16]
Santa María, Madre de la Iglesia y Esposa de
Dios Espíritu Santo.
ANÉCDOTAS
LA FUERZA QUE NECESITAMOS
Un empleado de la General Motors había tratado de cortar cierto nuevo metal muy duro. Después de repetidos esfuerzos inútiles llevó el metal al administrador general de la corporación, que era un reconocido ingeniero de automóviles e inventor, y le dijo que no podía cortarlo.
LA FUERZA QUE NECESITAMOS
Un empleado de la General Motors había tratado de cortar cierto nuevo metal muy duro. Después de repetidos esfuerzos inútiles llevó el metal al administrador general de la corporación, que era un reconocido ingeniero de automóviles e inventor, y le dijo que no podía cortarlo.
El le preguntó:
-¿Ha usado el diamante
para cortar metales?
El trabajador dijo
que no; fue a tratar de hacerlo y pudo
cortarlo con el diamante.
Entonces el
administrador le dijo:
- El metal no es demasiado
duro, el problema es que nuestras herramientas no son suficientemente fuertes.
Cristo sabía que las
herramientas de los primeros discípulos no eran lo suficientemente fuertes para
hacer el trabajo difícil que él les había asignado. Reconocía que la fortaleza
humana no tenía la suficiente potencia para vivir el evangelio en plenitud y
esparcir lo en un mundo hostil. Por eso Jesús había insistido en que sus
discípulos esperaran a la venida del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés, antes de dedicarse a la tarea
que les había confiado. Fueron preparados para su misión apostólica por el
poder del Espíritu Santo que vino a morar en sus corazones.
Meditemos en la presencia del Santificador en
el corazón del cristiano, Dios en nosotros, y secundemos su presencia. El
Consolador sigue en nuestra alma como en el día extraordinario de Pentecostés.
Sólo falta que aprendamos de aquellos primeros la lección: Hay que ser dóciles
al Consolador y secundarle.
Rezar bien el Credo el Domingo
Me encanta este video, que saco de un blog "amigo". Es verdad que a veces lo rezamos de cualquier modo, sin dar sentido a esta oración que han rezado durante tantos siglos los cristianos de todos los tiempos. Ya solo por ese motivo, merecería la pena pensar lo que decimos mientras lo ... rezamos.Además, es ocasión de paladear la belleza de nuestra fe católica (la verdad que Jesús trajo hace veinte siglos y que custodia su Iglesia) para mostrar a los demás, con orgullo, el tesoro de nuestra fe, que puede ser también de ellos, si la conocen y aceptan.
CAMINO DE NINGUNA PARTE
Un matrimonio americano había salido de viaje. El esposo conducía enfebrecido. Había hecho ya trescientos kilómetros sin dejar de mirar de reojo al salpicadero. De repente la esposa consultó la guía de carreteras y anunció: «Nos hemos perdido». «¿Y qué?», replicó el marido. «¡Llevamos una media estupenda!».
Rezar bien el Credo el Domingo
Me encanta este video, que saco de un blog "amigo". Es verdad que a veces lo rezamos de cualquier modo, sin dar sentido a esta oración que han rezado durante tantos siglos los cristianos de todos los tiempos. Ya solo por ese motivo, merecería la pena pensar lo que decimos mientras lo ... rezamos.Además, es ocasión de paladear la belleza de nuestra fe católica (la verdad que Jesús trajo hace veinte siglos y que custodia su Iglesia) para mostrar a los demás, con orgullo, el tesoro de nuestra fe, que puede ser también de ellos, si la conocen y aceptan.
CAMINO DE NINGUNA PARTE
Un matrimonio americano había salido de viaje. El esposo conducía enfebrecido. Había hecho ya trescientos kilómetros sin dejar de mirar de reojo al salpicadero. De repente la esposa consultó la guía de carreteras y anunció: «Nos hemos perdido». «¿Y qué?», replicó el marido. «¡Llevamos una media estupenda!».
Ese estupendo promedio, camino de ninguna parte, es el
que llevan algunos en su intento de llenar su día y su vida de sensación de
diligencia y eficacia. Deberían recordar que cuando uno no sabe adónde va,
acaba en otra parte.
Los cristianos contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Nos habla en la oración, en la Eucaristía. Nos aconseja en la confesión y en la dirección espiritual. Cuenta con nuestro esfuerzo para conocer la doctrina de Jesucristo contenida en el Evangelio y en el Catecismo de la Iglesia Católica.
EN ESTAS AULAS EMPECÉ A GANAR LA BATALLA DE WATERLOO
Los cristianos contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Nos habla en la oración, en la Eucaristía. Nos aconseja en la confesión y en la dirección espiritual. Cuenta con nuestro esfuerzo para conocer la doctrina de Jesucristo contenida en el Evangelio y en el Catecismo de la Iglesia Católica.
EN ESTAS AULAS EMPECÉ A GANAR LA BATALLA DE WATERLOO
Cuentan que el
general Wellington, vencedor de Napoleón en la batalla de Waterloo visitó meses
más tarde la academia militar en la que había estudiado.
El entusiasmo de
los cadetes con su visita fue extraordinario. Después de responder a mil
preguntas sobre sus campañas militares y especialmente la última en la que
había vencido al legendario emperador francés, el general miró a los alumnos
fijamente y les dijo: "¿Sabéis donde empecé a ganar la batalla de
Waterloo?" Ante el silencio de la concurrencia, prosiguió. "Comencé a
ganarla en estas aulas. Sin el esfuerzo continuado en los años de alumno en
esta escuela hubiera sido incapaz de ganarla.
Un gran elogio al
estudio, a la formación profesional que tiene para nosotros una aplicación muy
clara. La fe recibida como don de Dios requiere de nuestra parte un serio
esfuerzo para adquirir una seria formación doctrinal. Conozcamos bien el
Evangelio, el Catecismo de la Iglesia y los libros que se nos aconseje en la
dirección espiritual
[1]
Juan 16, 5-13
[2]
Hechos. 2, 1 4
[3]
Juan 16, 7
[4]
Juan 6, 54
[5]
Mateo 28, 20
[6]
Juan 16, 22
[7]
Hechos 1, 14
[8]
Hechos 2, 5 13
"Después
de esto, en la visión, apareció una gran multitud que nadie podía contar, de
todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el
Cordero, vestidos con túnicas blancas, y con palmas en sus manos, que gritaban
con fuerte voz, diciendo: La salvación viene de nuestro Dios que se sienta
sobre el trono, y del Cordero. Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del
trono, de los ancianos y de los cuatro seres, y cayeron sobre sus rostros ante
el trono y adoraron a Dios, diciendo: Amén; la bendición, la gloria, la
sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza pertenecen a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén." Apocalipsis 7, 9-12
[10]
Romanos 8, 26
[11]
Hebreos 13, 8
[12]
Cardenal Verdier
[13]
"El Espíritu Santo, que es la caridad eterna, el vínculo de la unidad en
la Trinidad, une con su fuerza en la caridad divina a los hombres dispersos,
creando así la grande y multiforme comunidad de la Iglesia en todo el mundo. En
los días que pasaron entre la Ascensión del Señor y el domingo de Pentecostés,
los discípulos estaban reunidos con María en el Cenáculo para orar. Sabían que
por sí solos no podían crear, organizar la Iglesia: la Iglesia debe nacer y
organizarse por iniciativa divina; no es una criatura nuestra, sino un don de
Dios. Sólo así crea también unidad, una unidad que debe crecer. La Iglesia en
todo tiempo -y de modo especial en estos nueve días entre la Ascensión y
Pentecostés- se une espiritualmente en el Cenáculo con los apóstoles y con
María para implorar incesantemente la efusión del Espíritu Santo. Así,
impulsada por su viento impetuoso, será capaz de anunciar el Evangelio hasta los
últimos confines de la tierra." Benedicto XVI, Catequesis, 7-5-2008
[14] Pablo VI, Discurso. 9.VI.72
[15]
Juan Pablo II, Hom. 28.I.85
"¡Qué tarea y qué empeño el de la Iglesia, de difundir la Verdad revelada! Y todo para dar luz a la razón para que permanezca abierta a la sabiduría y a lo que son verdades últimas, así como también lo que tienen que ser los fundamentos de la moral y de la ética. Y es que, cuando descuidamos la Verdad, toma posesión el relativismo. Si no existe la verdad, el hombre no puede distinguir el bien del mal. Esa Verdad es Cristo mismo, al que adoramos, a quien contemplamos, de quien vivimos, de quien nos alimentamos." Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, n. 1"Es necesario recordar, llegado este momento, unas palabras del Papa Benedicto XVI que son esenciales para nuestra vida: “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad. Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separase una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia. La Iglesia es familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero al mismo tiempo, la caritas-agapé supera los confines de la Iglesia” (Deus caritas est, 25)." Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, n.8
"¡Qué tarea y qué empeño el de la Iglesia, de difundir la Verdad revelada! Y todo para dar luz a la razón para que permanezca abierta a la sabiduría y a lo que son verdades últimas, así como también lo que tienen que ser los fundamentos de la moral y de la ética. Y es que, cuando descuidamos la Verdad, toma posesión el relativismo. Si no existe la verdad, el hombre no puede distinguir el bien del mal. Esa Verdad es Cristo mismo, al que adoramos, a quien contemplamos, de quien vivimos, de quien nos alimentamos." Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, n. 1"Es necesario recordar, llegado este momento, unas palabras del Papa Benedicto XVI que son esenciales para nuestra vida: “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad. Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separase una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia. La Iglesia es familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero al mismo tiempo, la caritas-agapé supera los confines de la Iglesia” (Deus caritas est, 25)." Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, n.8
[16]
San Josemaría Escrivá, Carta, VI.73