BODA DE JESÚS Y LORENA

UN PROYECTO DIVINO EXTRAORDINARIO

   Acabáis de escuchar las palabras de Jesús hablando sobre el amor, palabras que dirige a sus discípulos cuando acaba de confiarles el tesoro de la Eucaristía, que acaba de instituir: Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa.

   Esto es lo que os dice el Señor en esta tarde: que os améis. Y San Juan, el discípulo amado, os lo acaba de explicar en la segunda lectura: Dios es Amor…todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

   Este proyecto extraordinario se ve, por ejemplo, en el amor entre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubi. El poeta que depuró sus versos, ante una esposa que le consagró su vida. Hoy –escribe ella- hace 21 años que nos casamos, estamos de nuevo en este lado del mar pero tan lejos de casa (se encontraban en Cuba). Este maravilloso cielo claro, este mar azul intenso, coronado de blanco por las olas y sobre todo esta libertad (…) son nuestros. Y el poeta, en un día de ausencia de ella: Ahora soñar es verte/ y ya, en vez de soñar / vivir será mirar / tu luz, hasta la muerte / (ambas citas son de 1937).

   Cuando falta ya muy poco para que recibáis el sacramento del matrimonio el Señor os recuerda la maravilla del amor humano creado por Él en el inicio de la historia y elevado a Sacramento por Jesucristo en la plenitud de los tiempos.

   El Señor, que os dice en el día de vuestra boda: que os améis, es el mismo que proclamó, al bendecir a la primera mujer y al primer hombre, que era algo muy bueno, extraordinario, lo que había creado.
   El Señor, que os dice en el día de vuestra boda: que os améis, es el Dios que se hace hombre para enseñarnos: que la familia humana es imagen de la familia divina (el misterio trinitario: el corazón de Dios es familia, Padre, Hijo y Espíritu Santo). Somos hijos de Dios llamados a querernos con ese amor inefable.
   El Señor, que os dice en el día de vuestra boda: que os améis, es el que nos enseña que el amor humano y la familia es el camino elegido por Él para la mayoría de las mujeres y los hombres. Camino que se inicia en esta vida y no tiene fin porque la muerte, para el cristiano, no es el final sino la puerta que le facilita la entrada a la verdadera vida: la vida eterna.

   El Señor, que os dice en el día de vuestra boda: que os améis, os recuerda que los hijos que tengáis, recibidos como dones de Dios en ejercicio de vuestra paternidad responsable, son un tesoro extraordinario que dará sentido pleno a vuestra vida.

   En la vida que iniciáis hoy, el amor es un tesoro que puede y debe crecer siempre. Jesucristo empezó a instituir el sacramento del matrimonio bendiciendo a los jóvenes esposos en las Bodas de Caná. El Señor se hace presente en vuestra boda, en la persona de su ministro, y os concede el sacramento del matrimonio: signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade vuestra alma y os invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra.

   A esto se refería el Papa en el inolvidable Encuentro mundial de la Familia, en Valencia, en 2006. Rodeado de cientos de miles de familias de todo el mundo Benedicto XVI afirmó: “Unidos por la misma fe en Cristo, nos hemos congregado aquí, desde tantas partes del mundo, para agradecer y dar testimonio con júbilo de que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios para amar y que sólo se realiza plenamente a sí mismo cuando hace entrega sincera de sí a los demás. La familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor”

EL AMOR ES EL TESORO MÁS PRECIADO

   La primera lectura, del Cantar de los Cantares,  nos ha explicado el secreto del matrimonio: el amor sincero entre los esposos que les impulsa a entregarse constantemente. La voz de mi Amado. Mirad: ya viene, saltando por los montes, brincando por las colinas; mi Amado es una gacela, es como un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de una tapia; atisba por las ventanas, observa por las rejas. Mi Amado me habla así: «Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí. Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame con tu figura.» Mi amado es para mí y yo para él. Ponme como sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque el amor es fuerte como la muerte; el celo, obstinado como el infierno. Sus saetas son saetas de fuego. Las grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos arrastrarlo.

   El amor es la máxima virtud del matrimonio. El amor se entrega y se da en toda circunstancia, así lo expresaréis al comprometeros con vuestro consentimiento dentro de pocos minutos.
   Si tú eres mejor, tu amor es mejor. Por eso, crecer en valores vividos (en virtudes) engrandece el amor. Entre ellas cito a la humildad (sin ella no hay virtud que se precie), la sencillez, la compasión. La generosidad, el olvido de sí y el servicio a los demás. La castidad, que ordena la sexualidad al amor, a la entrega mutua, a la vida. Y el buen humor y la alegría, porque un espos@ triste, es un triste espos@.

   Leí en un viejo rótulo pagano. Amar significa no tener nunca que decir perdón. En realidad la verdad humana y cristiana es otra: amar significa ser capaz de pedir perdón y dar perdón. Perdonar, disculpar, sonreír, morderse los labios, pasar página. ¡Qué bonito decirlo y que costoso, a veces, vivirlo!

   Esta anécdota lo ilustra:
En un curso de orientación familiar para matrimonios experimentados. El orientador del programa trataba de aumentar la comunicación entre los cónyuges.

- Para el próximo viernes, dijo a las parejas asistentes, escribiréis en un papel la lista de los cinco defectos que pensáis que vuestro espos@ debe corregir con más urgencia...

   Poco después de llegar a casa, el marido de una de las asistentes al cursillo salió a la calle y regresó con cinco rosas rojas. Las entregó a su mujer con un sobre. En el interior había una nota en la que se leía: “Te he querido siempre y te querré con tus virtudes y tus defectos, y te ayudaré con cariño a superarlos. No tengo que reprocharte nada. Sólo agradecerte tu amor sincero”. La mujer, emocionada le abrazó con ternura...

   Llegó el viernes. La mujer había cuidado con esmero las rosas y las llevó a la nueva sesión orientadora. Cuando le llegó la hora de intervenir, explicó a los asistentes lo que había ocurrido en su casa.

   Los presentes cubrieron con una sonrisa disimulada su contrariedad. Aquella actitud positiva les había hecho quedar mal con sus cónyuges respectivos (que habían recibido anotaciones cargadas de desagradables correcciones)... la lección había sido muy elocuente para todos.

   Especialmente para la mujer que tenía las cinco rosas rojas: había recibido un nuevo empujón animante para proseguir en su lucha diaria por superar sus defectos.

PARA AMAR IR A LA FUENTE, ACUDIR A CRISTO, ABRIR LA PUERTA

   Canta un viejo himno: donde hay caridad y amor ahí está Dios (ubi caritas et amor Deus ibi est). Dios es Amor, escuchamos en la segunda lectura. Todo amor procede de esa fuente: expresa la presencia de ese Amor.

   Ilustra esta afirmación recordar un cuadro del pintor suizo Helen Hunt. El artista plasmó en el lienzo a Jesucristo con un candil en una mano que llama a una puerta cerrada, oscura. La puerta no tiene llave. El pintor sonriendo explica: esa puerta simboliza el corazón humano. Sólo puede abrirse desde dentro. Eso es lo que nos dice San Juan en la segunda lectura de hoy: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. Esa venida es constante: El Señor viene constantemente a nuestra vida, llama a la puerta de nuestro corazón para entregarnos su Amor, su Vida.

   Ese Amor y esa Vida nos los entrega, tiene un cauce principal con dos sacramentos: la penitencia y la eucaristía. Os invito a releer la parábola del hijo pródigo y a reconoceros en ese joven que vuelve a la casa de su padre y se llena de alegría ante su cariño y su perdón.
Recordad también las palabras de Jesús acerca de la Eucaristía: el que come mi carne tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día.

Una anécdota expresiva ilustra este último punto.

   En el año 304, el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, bajo pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas.
En Abitene, pequeña localidad en lo que hoy es Túnez, en un domingo, se sorprendió a 49 cristianos que, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía, desafiando las prohibiciones imperiales.

   Arrestados, fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. En particular, fue significativa la respuesta que ofreció Octavio al procónsul, tras preguntarle por qué habían violado la orden del emperador. Le dijo:

-«Sine dominico non possumus», sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades cotidianas y no sucumbir. Después de ser torturados, los 49 mártires de Abitene fueron asesinados.

   Todo un testimonio, compartido por los cristianos de todas las épocas que refleja el lugar esencial de la Eucaristía en sus vidas.

   Dice Benedicto XVI: “Tenemos que reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI, sobre la experiencia de los mártires de Abitene. Tampoco es fácil para nosotros vivir como cristianos. Desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que nos encontramos, caracterizado con frecuencia por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por el secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto (...).(...). Los cristianos, los esposos, las familias necesitamos el tesoro de la Eucaristía”.

   Es indudable la importancia de la predicación de los Apóstoles y sus sucesores. Pero una clave esencial para esa expansión apostólica fueron las familias cristianas. Los paganos se admiraban al contemplar a los discípulos de Cristo: “mirad como se aman”. Las familias romanas -con graves problemas, semejantes a los actuales- recuperaron los valores familiares con el ejemplo y la palabra de las familias cristianas.
   El Señor espera que, con vuestra vida cristiana, con vuestros deseos sinceros de amor y de fidelidad, con vuestra palabra y con vuestro ejemplo, ayudéis a propagar esa verdad esencial que Él vino a traer a la tierra, sobre el amor humano y la familia, y que no cesa de recordar a través de su Iglesia. Que Santa María Madre de Dios y Madre nuestra bendiga vuestro amor ahora y siempre. Que así sea.

Al final de la celebración:

   El amor de los esposos inunda la familia y trapasa sus límites. Su caridad no tiene fronteras. Viene bien recordar ahora una líneas de la Madre Teresa de Calcuta que muestra cómo el amor está en la raíz del bien que, como cristianos, debemos difundir por todas partes:

Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas,
ÁMALAS DE TODOS MODOS.
Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas,
HAZ EL BIEN DE TODOS MODOS.
Si tienes éxito y te ganas amigos falsos y enemigos verdaderos,
LUCHA DE TODOS MODOS.
El bien que hagas hoy será olvidado mañana,
HAZ EL BIEN DE TODOS MODOS.
La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerable,
SÉ SINCERO Y FRANCO DE TODOS MODOS.
Lo que has tardado anos en construir puede ser destruido en una noche,
CONSTRUYE DE TODOS MODOS.
Alguien que necesita ayuda de verdad puede atacarte si le ayudas,
AYÚDALE DE TODOS MODOS.
Da al mundo lo mejor que tienes y te golpearán a pesar de ello,
DA AL MUNDO LO MEJOR QUE TIENES DE TODOS MODOS.

Madre Teresa de Calcuta

Album con fotografías de la boda: AQUÍ