SOÑAD Y OS QUEDARÉIS CORTAS

            Una tarde de noviembre de 1942, también en Madrid, Josemaría Escrivá llega al chalé número 19 de la calle de Jorge Manrique. Es un centro de las mujeres de la Obra. En esos momentos todo el Opus Dei femenino no llega a diez chicas jóvenes: Lola Fisac, Encarnita Ortega, Nisa González Guzmán, Lola Jiménez-Vargas, Laura y Conchita López-Amo, María Jesús Hereza, Aurora, una leonesa, paisana y amiga de Nisa...

            Escrivá se reúne en la salita-biblioteca con las tres que a esa hora están en la casa: Encarnita, Nisa y Lola F. El Padre desdobla un papel y lo extiende sobre la mesa. Es como un cuadro, un esquema gráfico, donde se exponen las diversas labores de apostolado que, bien como iniciativa personal, bien como tarea corporativa, habrán de realizar las mujeres de la Obra en el mundo entero. Al tiempo que explica con gran viveza su contenido, va señalando con el dedo índice cada uno de los rótulos del cuadro: granjas-escuelas para campesinas; residencias universitarias; clínicas de maternidad; centros de capacitación profesional de la mujer en distintos ámbitos: hostelería, secretariado, enfermería, docencia, idiomas ... ; actividades en el campo de la moda; bibliotecas ambulantes; librerías... Les dice también, antes y después, que lo más importante ha de ser el apostolado de amistad que cada una desarrolle con sus familias, con sus vecinas, con sus conocidas, con sus colegas... "y eso será siempre imposible de registrar y de medir".
            Como un "ritornello" entusiasta, el Padre repite de vez en cuando:
            -¡Soñad y os quedaréis cortas!
            Aquellas tres le miran pasmadas, entre el asombro y el vértigo. No se les ocurre pensar que todo eso tengan que hacerlo ellas mismas y, como quien dice, ¡ya! Les parece que allí, sobre la mesa, el Padre está desplegando un sueño. Un bello sueño para un lejano futuro. Ellas se sienten inexpertas, sin medios, sin recursos... incapaces.
            Escrivá capta en esas miradas la ilusión y la impotencia, el deseo y el temor, un acobardado "¡ya quisiéramos poder...!".
            Muy despacio, recoge el papel y comienza a doblarlo. Su rostro ha cambiado. Ahora está muy serio. ¿Disgustado? ¿Decepcionado? ¿Triste? Es como si, de pronto, a un hombre tan animoso se le hubiese caído el alma a los pies.
            Por la mente y por el corazón de Josemaría ha cruzado posiblemente, como un pájaro torvo, el pensamiento derrengador de que hace ¡más de doce años! que lucha, a contraquerer, por darle cuerpo y vida al Opus Dei de las mujeres, tal como "vio" que Dios lo quería, el 14 de febrero de 1930. Primero llegaron unas que parloteaban y trajinaban, pero no rezaban. Se fueron. Luego llegaron otras que sí rezaban, pero no daban "palo al agua": no eran esa clase de mujeres que han de bregar en la sociedad civil para poner a Cristo en la cumbre, en la cima, de toda actividad humana. Eran muy buenas, pero de pasta mística. Escrivá tuvo que decirles que tampoco servían. Éstas de ahora son de "la tercera hornada ... " ¿y es posible que, a la hora de fajarse con la verdad, se queden ahí, paralizadas por el miedo?
            Sin desafíos, va a ponerlas cara a su responsabilidad. Escogiendo muy bien las palabras, les dice:
            -Ante esto se pueden tener dos reacciones. Una, la de pensar que es algo muy bonito pero quimérico, irrealizable. Y otra, de confianza en el Señor que, si nos ha pedido todo esto, nos ayudará a sacarlo adelante...
            Calla. Las mira, deteniéndose en cada una, como si con esa mirada pudiera trasvasarles su propia fe, inundarlas con su seguridad. Después, antes de darse media vuelta hacia la puerta, añade:
            -Espero que tengáis la segunda reacción.
            Y la tienen. No es una utopía. Ciertamente, no están abiertos los caminos. Los harán ellas, al golpe de sus pisadas. A la vuelta de los años -pongamos cuarenta, por tomar una cifra que, en la vida de un ser humano, suele ser baremo de madurez-, 1984, las mujeres del Opus Dei, extendidas por los dos hemisferios, han puesto en marcha y en pleno funcionamiento más de 40 residencias universitarias, más de 200 centros culturales, 16 escuelas de secretariado e idiomas, 79 colegios como iniciativa de los padres de las alumnas y otros 12 como obras corporativas, 94 institutos de formación profesional, 13 escuelas agrarias para campesinas. Y un sinfín de dispensarios, centros de higiene, programas de alfabetización, campañas de animación cultural y de formación social, servicios de reparto de alimentos en zonas rurales, cursos vespertinos de educación primaria y secundaria en barrios fabriles, etc.

PILAR URBANO (EL HOMBRE DE VILLA TEVERE)